20 enero 2025
por Madrid Nuevo Norte
El mobiliario urbano tradicionalmente ha cumplido una serie de funciones específicas, como iluminar nuestras calles, regular el tráfico, crear espacios lúdicos o protegernos del sol y la lluvia. Sin embargo, en los últimos años la idea de construir ciudades más amables e inclusivas ha llevado a replantear por completo el diseño de estos elementos fundamentales para la ciudad. Gracias a diseños innovadores, a la incorporación de tecnología o al uso de materiales reciclados es posible que estos elementos, por ejemplo, también combatan la contaminación y el cambio climático o ayuden a la inclusividad del espacio público en el que se desarrolla la vida en comunidad. Desde bancos y farolas hasta estaciones de carga y soluciones tecnológicas interactivas, el mobiliario urbano está evolucionando para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
La elección del mobiliario urbano y sus materiales es un factor importante para la creación de ciudades sostenibles y funcionales. Se trata de crear espacios útiles y agradables a la vista, pero teniendo en cuenta el impacto medioambiental y la durabilidad del mobiliario a lo largo del tiempo. La procedencia de los materiales, su proceso de fabricación y la capacidad de ser reciclados una vez que termina su ciclo de vida son aspectos clave en ese sentido. Al optar por materiales reciclados y reciclables, el urbanismo avanza hacia una economía circular, donde los recursos son reutilizados y se minimizan los desechos. La huella de carbono se reduce notablemente si, además, los materiales se fabrican mediante procesos eficientes y provienen de productores locales, disminuyendo así la contaminación generada por el transporte. Es el caso del Ayuntamiento de Logroño que ha instalado en la ciudad bancos de plástico reciclado que imitan el aspecto de la madera y que no solo requieren menos mantenimiento sino que reducen el consumo de materia prima y son más duraderos.
En términos de resistencia, el mobiliario debe ser capaz de soportar el desgaste diario y las inclemencias del tiempo sin comprometer su funcionalidad ni su estética. Un ejemplo destacado es el proyecto financiado por el Instituto Valenciano de Competitividad e Innovación, que impulsa la creación de baldosas de cerámica y mobiliario urbano a partir de residuos de hormigón del sector de la construcción. Este tipo de iniciativas promueven una gestión de residuos inteligente, al tiempo que ofrecen soluciones sostenibles para el espacio urbano.
En este sentido, la Unión Europea ha desarrollado el proyecto Life Future, diseñado para apoyar a las administraciones locales en la adopción de criterios ambientales en las licitaciones públicas de mobiliario urbano. Este proyecto busca facilitar que en dichos procesos se integren condiciones que prioricen el respeto al medio ambiente en la fabricación y selección de los materiales, así como en los procesos de producción y transporte.
La transición hacia entornos urbanos inteligentes es solo un aspecto más en la búsqueda de ciudades más sostenibles, seguras y confortables para sus habitantes. Y medidas como el uso de energías renovables y la eficiencia energética están transformando el equipamiento urbano. Farolas y semáforos solares que aumentan su intensidad al detectar el paso de personas son un ejemplo de cómo una infraestructura inteligente no solo reduce la huella de carbono, sino que también mejora la seguridad y el bienestar de la ciudadanía. También encontramos contenedores de reciclaje inteligentes que optimizan la separación de residuos, parquímetros solares que ahorran energía y señales de tráfico variables que se ajustan en tiempo real según las condiciones del tráfico o el clima. Además, el equipamiento urbano puede ofrecer usos innovadores que enriquecen la experiencia ciudadana. En la Marina de Valencia, por ejemplo, se han instalado bancos inteligentes que, más allá de ofrecer un punto de descanso, incluyen cargadores para dispositivos móviles, acceso a internet a través de wifi, y una pantalla táctil con información para quienes visitan la ciudad, convirtiéndose en una verdadera herramienta multifuncional.
El diseño del equipamiento urbano debe también responder a una función social: crear espacios en los que las personas puedan reunirse, hacer deporte o simplemente relajarse. Bancos, mesas de picnic, áreas deportivas, parques infantiles o para personas mayores son esenciales para fomentar la interacción social y el sentido de pertenencia. Un mobiliario urbano inclusivo también ha de colaborar en la creación de espacios accesibles y sin barreras para personas con discapacidad o movilidad reducida. Por ejemplo, en Pontevedra, el concello ha instalado la conocida como “fuente Cisne”, cuyo nombre hace referencia a su perfil esbelto y alargado como el del cuello de un cisne. Dicha forma la hace accesible para personas con movilidad reducida, mayores y niños. Además, incorpora un bebedero para perros, que evita el desperdicio del agua sobrante.
Con este enfoque que tiene en cuenta aspectos hasta hace poco ignorados, no solo se puede transformar el espacio urbano en un entorno funcional y estéticamente agradable, sino que también se fomenta un sentido de comunidad y pertenencia, invitando a las personas a convivir, participar y disfrutar de la ciudad. En definitiva, colabora en crear ese futuro más sostenible y habitable al que aspiran nuestras ciudades.