3 noviembre 2022
por Madrid Nuevo Norte
La Comunidad de Madrid cuenta con dos referencias de la arquitectura contemporánea con vistas a su sierra que ponen en la misma ecuación vanguardia e infancia.
El nuevo Colegio Alemán actualizó en 2015 el modelo de construcción pegado al terreno, con amplios ventanales y espacios diáfanos de La Cristalera, que se construyó en los años 50.
Es habitual que la arquitectura de vanguardia, que experimenta nuevas formas, espacios y conceptos, se diseñe desde el punto de vista de las personas adultas. Pero existen algunas joyas de la construcción en la que los proyectistas se han puesto dentro de los zapatos de los más pequeños y han mirado a su alrededor desde la perspectiva infantil, sin renunciar por ello a la modernidad y a la innovación. En Madrid tenemos varios ejemplos de épocas y enfoques muy diversos, y hoy vamos a descubrir dos edificios singulares de nuestra región construidos en dos épocas muy distintas, separadas por más de 50 años, pero que tienen en común un mismo espíritu: ponerse al servicio de las necesidades de la infancia.
Luminosidad, geometría, modernidad, funcionalidad, adaptación al terreno y protagonismo de las vistas a la sierra son algunos de los rasgos que comparten ambos iconos de la arquitectura madrileña.
Por un lado, La Cristalera, residencia veraniega en Miraflores de la Sierra para los hijos de los empleados de la empresa Cristalera Española que fue diseñada en 1957 por un excepcional trío de arquitectos españoles: José Antonio Corrales, Ramón Vázquez Molezún y Alejandro de la Sota. Por otro, el nuevo Colegio Alemán, proyectado por el estudio de arquitectura alemán Grüntuch Ernst y finalizado en el barrio madrileño de Montecarmelo en 2015, elegido ese mismo año como mejor edificio escolar del mundo por el World Architecture Festival.
El edificio se compone por tres plataformas en graderío que se adaptan a la pendiente del terreno, en una ladera de un valle cercano a Miraflores de la Sierra, rodeado de naturaleza. La gran cubierta continua se extiende a modo de manto sobre el ligero edificio prefabricado, que se apoya sobre un cerramiento de piedra granítica de la zona.
En palabras del propio Alejandro de la Sota, para la construcción de La Cristalera fue necesario “oír la voz del lugar”, es decir, tener en cuenta la topografía, el paisaje y la memoria de ese paraje natural. Así, dividió horizontalmente la obra en dos mitades construidas de forma muy distinta: “la inferior, adaptada, pegada al terreno, piedra, muros, bastedad, construida por obreros canteros de la localidad. La otra mitad alta, pilares de hierro y cubierta de madera, cerramientos de carpintería metálica y grandes cristaleras”, explicaba de la Sota. Dadas las duras condiciones climatológicas de la zona, la obra tuvo que realizarse en dos veranos.
Las tres plataformas están conectadas por un corredor escalonado cuya función era dividir el edificio en dos áreas, una para actividades diurnas y comunitarias, con amplias estancias y porches, y otra nocturna, donde se encontraban los dormitorios, los aseos y dependencias auxiliares. La prolongación de la plataforma inferior daría cobijo a la casa del guarda, el acceso principal, y los despachos de administración y dirección.
Para su construcción se recurrió a entonces nuevos materiales como la madera laminada y perfiles de acero, para la estructura; el fibrocemento, para revestir las placas de la gran cubierta; y el vidrio, para la carpintería corrida que separa el cerramiento de la cubierta, como recoge Manuel Cabeza en su tesis doctoral Criterios Éticos en la Arquitectura Moderna Española: Alejandro de la Sota-Francisco Javier Sáenz de Oiza. Cabeza asocia el uso masivo del vidrio en esta edificación serrana al carácter estacional de la ocupación del recinto exclusivamente durante el verano y a la propia naturaleza de la empresa promotora.
El edificio ha sufrido notables modificaciones después de que pasara a manos del Ministerio del Interior y actualmente es un centro docente de la Universidad Autónoma de Madrid, que celebra allí reuniones, congresos, cursos de verano y actividades de ocio. El carácter lúdico y experiencial con el que nació podría estar inspirado en las llamadas Colonias Escolares de la Institución Libre de Enseñanza, que proponían una formación integral de los niños más allá del plano puramente académico, mediante vivencias estimulantes, oportunidades de convivencia y excursiones al aire libre.
Colegio Alemán de Madrid | Institución bilingüe Alemán-Español (dsmadrid.org)
El barrio periférico de Montecarmelo, en el norte de Madrid, ya cuenta con un icono de la arquitectura contemporánea diseñado para la infancia en blanco hormigón armado con acabado visto y con un vistoso diseño geométrico. Toma de esta forma el testigo pedagógico de su predecesora, la sede de Concha Espina, que también estaba en las afueras cuando se construyó en la década de 1960 bajo influencias de la Bauhaus. Previamente, la institución germana en España, que se remonta a 1896, tuvo desde sus orígenes varias sedes, la primera en un pequeño local de la carrera de San Jerónimo y las siguientes, en las calles Espalter, Fortuny y López de Hoyos.
Las instalaciones del nuevo Colegio Alemán, con capacidad para alrededor de 1.700 niños, ocupan unos 27.000 m2. Se distribuyen en tres edificios principales con forma de pentágonos irregulares para las etapas de infantil, secundaria y primaria. Cada pentágono está construido en torno a sendos patios que, según declararon al periódico ABC Armand Gruntuch y Almut Grüntuch-Ernst en la XII Semana de la Arquitectura de Madrid (edición de 2015), “reinterpretan de forma contemporánea el ambiente concentrado de un claustro y, al mismo tiempo, con su apertura hacia el paisaje, hacen que sea experimentable la amplitud de la sierra cercana”. Los arquitectos describieron la estructura orgánica del edificio explicando que “todos los espacios comunes -los patios de entrada, el comedor, el auditorio y el polideportivo- enmarcan la explanada delantera y conectan los edificios uno con otro”.
Según sus autores, el blanco del edificio trata de asemejarse al paisaje de la sierra madrileña, visible, junto con El Pardo, desde muchas de las aulas. En contraste, en el interior han puesto ventanas de color en lugares de paso como escaleras, para que tiñan la luz filtrada.
La estructura envolvente de travesaños horizontales de hormigón y pilares inclinados delante de los enormes ventanales, así como las aberturas poligonales en las cubiertas de los patios plantean un omnipresente juego de luces y sombras.
Los arquitectos, acostumbrados a climas fríos, estudiaron la adopción contemporánea de técnicas tradicionales de climatización mediterráneas, inspirándose, por ejemplo, en los hipocaustos romanos. El edificio incluye sistemas de recuperación del calor de ventilación, así como cerramientos y carpinterías con altos estándares de aislamiento, según recoge Arquitectura Viva.
Además de ser una de las mayores obras de construcción civil de Alemania en el extranjero y de estar considerado uno de los colegios más bonitos del mundo, destaca por su modelo pedagógico. Es un colegio laico, plurilingüe, que fomenta la multiculturalidad, la diversidad y el trabajo en equipo, y con un programa educativo que depende directamente de Alemania.