18 noviembre 2019
por Madrid Nuevo Norte
Gravitando en torno al edificio Corea, la ‘Costa Fleming’ fue durante dos décadas el barrio más cosmopolita de la capital, y también el más animado.
Los marines americanos de la base de Torrejón de Ardoz desembarcaron en el distrito de Chamartín a comienzos de los años 50, entre plaza de Castilla y el estadio Santiago Bernabéu. Los nuevos habitantes conquistaron el terreno a las ovejas ya que por la zona de los alrededores de la calle Doctor Fleming sólo había pastos y casas de labranza antes de la llegada de los “yanquis”.
El nombre Costa Fleming se lo inventó el periodista Raúl del Pozo en 1968 cuando le preguntaron dónde veraneaba. El contestó: “Yo, en la costa Fleming”. Por entonces era ya el barrio más animado de Madrid: “Parecía que todo el mundo estaba con horarios de vacaciones porque era un barrio en el que había mucha juerga nocturna”, explica Jorge Galaso, presidente de la asociación Costa Fleming, fundada en 2015 para revitalizar el comercio de la zona y que adoptó como propio el nombre acuñado por el reportero.
El Corea fue el primer edificio del barrio. Se construyó entre 1951 y 1954 en la manzana que dibujan el paseo de la Castellana con las calles Félix Boix, Doctor Fleming y Carlos Maurras, que hoy ocupa el centro comercial Castellana 200. Los vecinos lo llamaron “edificio Corea” porque su construcción coincidió con la guerra en la que se vieron envueltos los Estados Unidos a comienzos de los 50.
El cosmopolita edificio Corea supuso una auténtica inmersión en la cultura estadounidense para un Madrid por entonces anclado en la tradición. Era un bloque con unos 600 apartamentos, un enorme patio interior, gimnasio con piscina, una iglesia en la que se profesaban distintas confesiones religiosas y un economato en el que se compraba y vendía de todo: desde pepinillos, mantequilla, kétchup o mazorcas de Wisconsin, hasta plantas artificiales, motores y armas de fuego.
Desde el edificio Corea, los americanos implantaron el american way of life. Pero la zona no fue colonizada exclusivamente por estadounidenses, ya que “al aroma de los dólares”, muchos madrileños abrieron negocios en la zona para proporcionar servicios a los nuevos vecinos. Madrid apenas salía de la posguerra, y la modernidad se abría paso en un nuevo barrio que era un hervidero de nuevas formas de vida; una zona más noctámbula que diurna, en la que se celebraban el Cuatro de Julio, Halloween o el día de Acción de Gracias.
En 2003 el edificio Corea fue demolido, aquejado de aluminosis, una afección del hormigón que pone en peligro su estabilidad, pero aún pervive parte de la esencia del barrio que se generó a su sombra.
Durante los años 60 y 70, Costa Fleming era el centro de la animación nocturna madrileña y el mundo de la farándula, empresarios, toreros, políticos… visitaba con frecuencia este barrio con olor a Marlboro, en el que corría el whisky, se comían hamburguesas, se escuchaba jazz, afloraban bares, discotecas, pisos de citas y las juergas se prolongaban hasta el amanecer.
Ni siquiera un experto en la Costa Fleming, como es Jorge Galaso, es capaz de separar los hechos de las leyendas en las historias que se cuentan de aquella meca de la fiesta madrileña del momento. “Cuesta mucho diferenciar entre la realidad y la ficción. La mayor parte de la documentación que existe procede de artículos de prensa o novelas. Es como un realismo mágico que a mí me atrae un montón”. Nuestro guía por Costa Fleming quiere ver una identidad de barrio, marcada por su origen distinto al resto de la ciudad, y nos expone su teoría: “Si te paseas por el barrio, no destila el espíritu castizo de otras zonas de Madrid. Es diferente, incluso arquitectónicamente”.
Tan diferente, que albergó una de las primeras hamburgueserías de Madrid, Knight’n Squire, la cual abrió en 1974 y sigue todavía funcionando, con la misma carta que entonces. También sobrevive de aquellos tiempos la satrería que fundó el camisero artesano Mariano Arroyo Langa, y que vistió a las estrellas de Hollywood que pasaron por Madrid en los 60; continúa abierta también la primera peluquería donde se rapaban los marines, el relojero de toda la vida y el restaurante Sacha, en el que se cuenta que se fraguó la creación del periódico El País. Algunos de estos establecimientos conservan su sabor de siempre, otros se han transformado para adaptarse a los nuevos tiempos.
Jorge Galaso ha vivido siempre en Chamartín. Su colegio estaba frente a los estudios Buñuel, donde se grababa el mítico Un, dos, tres; y consiguió su primer trabajo en un videoclub en el corazón de la Costa Fleming. Un buen día, junto a otros vecinos, decidió embarcarse en una aventura: revitalizar esta zona del distrito y “ayudar al pequeño comercio” porque “había más locales en alquiler que abiertos”.
La asociación está formada por 50 comerciantes, pymes, empresarios, autónomos y hosteleros de la zona y tiene como objetivo “dinamizar, proteger y poner en valor” la Costa Fleming. Su presidente destaca la importancia del pequeño comercio y lo compara con la piel del rostro pues “sirve para identificar un barrio y crea su identidad”. Galaso asegura que se posible ver el dinamismo de un barrio “por el número de comercios que están abiertos o cerrados”. Pero la asociación no es sólo una herramienta para promocionar el comercio de proximidad, sino que se ha convertido en un instrumento para dar vida al vecindario con la organización de distintos eventos para crear comunidad. Actividades que abarcan desde conciertos gratuitos en los parques hasta paseos colectivos por Chamartín con el objetivo de abrir el debate sobre la ciudad, aprender y compartir experiencias y opiniones. La asociación edita también una revista gratuita, Alexander, con la que vecinos y comerciantes pueden conocer mejor tanto la actualidad como la historia de su barrio.