18 enero 2019
por Madrid Nuevo Norte
En el siglo XIX el aumento exponencial de población motivó el proyecto del primer Ensanche de Madrid, el conocido como Plan Castro.
El barrio de Salamanca, lleno de carácter propio y de actividad urbana es, de todos los barrios desarrollados a raíz de este plan, el que más se acercó a sus directrices iniciales.
En el siglo XIX el aumento exponencial de población motivó el proyecto del primer Ensanche de Madrid, el conocido como Plan Castro.
El barrio de Salamanca, lleno de carácter propio y de actividad urbana es, de todos los barrios desarrollados a raíz de este plan, el que más se acercó a sus directrices iniciales.
El madrileño barrio de Salamanca, uno de los más característicos de la capital, lleno de vida urbana y de personalidad propia, surgió como parte de un plan urbanístico de escala mucho mayor, el Plan Castro, del cual sólo llegó a ejecutarse una pequeña parte conforme a su concepción original, de la mano de su principal promotor, el marqués de Salamanca.
A lo largo del siglo XIX, la población de Madrid había comenzado a crecer de manera significativa debido sobre todo a la Revolución Industrial, así como a otras reformas de índole política. Según datos del Ayuntamiento de Madrid, en 1857 la ciudad contaba con 271.254 habitantes. En aquella época, se calculaba que en los siguientes 100 años la ciudad llegaría a albergar 450.000 habitantes, aunque esta estimación se vio rápidamente desbordada al alcanzarse, en 1887, los 470.283 madrileños. Sin embargo, estas cifras quedaban ampliamente superadas por ciudades como Londres, que en 1750 ya contaba con 700.000 habitantes.
El rápido aumento de población amenazaba con rebasar la capacidad del casco histórico, alterando el funcionamiento de la ciudad y generando problemas sociales e incluso de salud pública. La capital, tal y como estaba configurada, no podía albergar más habitantes y se hacía necesaria una ampliación. Así, en 1857, Isabel II pidió a su ministro de Fomento, Claudio Moyano, que desarrollase un proyecto de ensanche para Madrid, encargo que recae entonces en el ingeniero de caminos y arquitecto Carlos María de Castro. El anteproyecto presentado por Castro se aprobó en 1860. En 1868 comenzaron los trabajos de demolición de la cerca de la ciudad, el muro perimetral que había sido construido durante el reinado de Felipe IV y que hacía tiempo que había perdido su uso, quedando sólo como una barrera física que impedía el crecimiento urbanístico de la capital.
Madrid estaba entonces delimitada al oeste por el río Manzanares y al este por una vaguada en la que se ubicaba el Salón del Prado (actual Paseo del Prado), espacio dedicado durante la primera mitad del siglo XIX al ocio de los madrileños. Su eje ya contaba con su prolongación en el Prado de Recoletos, así como con el primer tramo de La Castellana, inicialmente denominada Delicias de Isabel II o paseo de la Fuente Castellana, y que se había proyectado durante la regencia de María Cristina de Borbón, madre de Isabel II.
El anteproyecto elaborado por Castro era realmente ambicioso. El planeamiento envolvía casi completamente la ciudad existente, con la excepción de la zona oeste, dirección en la que el crecimiento estaba limitado por el fuerte desnivel y la barrera física que suponían el río Manzanares y la Casa de Campo. El gran ensanche planificado sí incluía las zonas de Moncloa, Chamberí, el barrio de Salamanca y Arganzuela, en un área delimitada por la avenida de Reina Victoria y las calles de Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela y Doctor Esquerdo. Para su diseño, Carlos María de Castro se basó, con algunas modificaciones, en el modelo urbanístico de Ildefonso Cerdá y su ensanche de Barcelona.
La zona del nordeste del Ensanche, que conformará lo que hoy es el barrio de Salamanca, se asentaba en su mayoría sobre grandes fincas de recreo o agrarias, en terrenos bastante llanos. El plan establecía calles anchas, que llegaban a superar los 20 metros, limitaba las edificaciones a tres alturas, y reservaba espacios libres para paseos, alamedas y jardines. Las manzanas contaban con amplios patios interiores y entradas de carruajes con espacio para que las caballerías accediesen e hiciesen el giro completo en su interior antes de partir.
El plan, iniciativa estatal, estaba abierto a la inversión privada y contaba con la participación de emprendedores particulares, no solo para construir los nuevos edificios sino en la urbanización de las calles y espacios públicos. Así, en 1863, José de Salamanca, político, empresario y desde ese mismo año nombrado marqués de Salamanca, pedía una licencia para construir un total de 14 manzanas, entre las actuales calles de Lagasca, Serrano, Alcalá y Goya. Las primeras dos manzanas que edificó, con los números 208 y 209 del plan, siguieron a pies juntillas la disposición indicada por el Plan Castro.
La idea primigenia del plan Castro se vio modificada a los pocos años de comenzar su ejecución, reduciéndose el ancho de algunas calles, convirtiendo algunos los espacios destinados a patios y jardines en calles particulares y aumentando las alturas y volúmenes de las manzanas, lo que incrementó la densidad de población del nuevo barrio.
Aunque el plan sufrió fuertes modificaciones respecto a la idea original, distanciándose del trazado de malla ortogonal y con más variedad de tipologías y formas de manzanas que lo planificado inicialmente, la mayor densidad que resultó de esos cambios acentuó el carácter claramente urbano y la vitalidad del joven barrio de Salamanca, y esto lo hizo aún más atractivo, junto con la cercanía del gran espacio para el esparcimiento que suponía el parque del Retiro. Sus viviendas fueron adquiridas mayoritariamente por la burguesía de la época, lo que marcó el carácter del barrio, que hoy conserva en gran medida.