21 octubre 2024
por Madrid Nuevo Norte
El pasado mes de abril se celebró en Gerona la sexta edición del encuentro Waste in Progress, en el que responsables de varias ciudades del mundo compartieron sus experiencias sobre el reciclaje de residuos. Allí, Françoise Bonnet, secretaria general de la Asociación de Ciudades y Regiones para una gestión sostenible de los recursos (ACR+), se mostró contundente: “Actualmente utilizamos demasiados recursos, producimos demasiado y, si seguimos haciendo las cosas como hasta ahora, necesitaremos tres planetas para llegar al año 2050”.
Y es que el crecimiento global ha generado un aumento significativo en la producción de desechos, lo que plantea desafíos críticos para la implementación de sistemas de reciclaje eficientes en los entornos urbanos. El último informe Perspectiva Mundial de la Gestión de Residuos 2024, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, prevé que la generación de residuos sólidos urbanos aumente de 2.100 millones de toneladas en 2023 a 3.800 millones de toneladas en 2050.
Así, los entornos urbanos tienen un importante reto por delante que afecta no solo a sus habitantes, sino a todo el planeta. Pero ¿cómo afrontarlo?
Uno de los principales retos en el reciclaje urbano es la infraestructura. Pero, a su vez, es ahí donde radica una oportunidad clave. La creación y mejora de instalaciones dedicadas al reciclaje ofrecen la posibilidad de diseñar ciudades más limpias y sostenibles. Las plantas de reciclaje modernas y bien equipadas pueden procesar más materiales y hacerlo de manera más eficiente, reduciendo el impacto ambiental y generando nuevas oportunidades económicas. El desafío de integrar en las ciudades la clasificación y recogida mediante medidas eficientes, creativas y visibles puede ser visto también como una invitación a incorporarlos en los entornos urbanos, promoviendo una cultura de sostenibilidad al hacer visible y accesible el proceso de reciclaje para todos los ciudadanos.
El futuro del reciclaje en entornos urbanos se dibuja brillante gracias a los avances tecnológicos y a la creciente adopción del concepto de economía circular. La innovación está jugando un papel transformador en la forma en que gestionamos nuestros desechos, y las tecnologías emergentes están facilitando la separación y el procesamiento de materiales reciclables, mientras que las aplicaciones móviles y otras herramientas digitales están haciendo que la participación ciudadana sea más accesible.
La economía circular, que busca mantener los recursos en uso durante el mayor tiempo posible y reintegrarlos en el sistema cuando acaban su vida útil, está ganando terreno como modelo de desarrollo sostenible. En este contexto, y sin quitarle importancia a las otras dos R del famoso lema “Reducir, Reutilizar, Reciclar”, el reciclaje es fundamental, al convertir residuos en productos finales o materias primas, minimizando así la necesidad de extraer nuevos recursos naturales.
Las ciudades que adopten innovaciones en este sentido estarán liderando el camino hacia un futuro donde el reciclaje no sea solo una práctica común, sino una parte integral del tejido urbano.
Tecnología punta como el internet de las cosas (IoT) también se usa para mejorar la gestión de residuos mediante contenedores inteligentes con sensores que miden su nivel de llenado. Estos sensores envían datos a un centro de gestión, permitiendo optimizar las rutas de los camiones de basura, reducir el consumo de combustible y evitar recorridos innecesarios. Este sistema ya se emplea en ciudades como Sevilla.
Son fórmulas que benefician al medio ambiente, pero que también pueden generar nuevas oportunidades de empleo y crecimiento económico, demostrando que la sostenibilidad y el progreso pueden ir de la mano.
La educación y la concienciación ciudadana son esenciales para lograr un reciclaje exitoso. En las ciudades, entornos complejos donde prima la diversidad de hábitos, la educación ambiental se convierte en un poderoso motor de cambio. Lejos de ser un obstáculo, esta diversidad ofrece la posibilidad de crear programas educativos que sean inclusivos y que inspiren a diferentes comunidades a participar activamente en el reciclaje.
En el mencionado congreso Waste in Progress, la ciudad australiana de Adelaida compartió cómo la urbe (la quinta en términos de población de Australia, con más de 1 millón de habitantes) ha conseguido una recogida selectiva de residuos del 60%. La clave del éxito se debe a los programas de formación que ha difundido el ayuntamiento entre la ciudadanía mediante un código que funciona como un semáforo de tráfico y que ayuda a comprender mejor cómo reciclar, gracias a la lógica de colores. El rojo es la fracción no reciclable, el amarillo los desechos reciclables y el verde los residuos orgánicos.
La colaboración activa de los ciudadanos es fundamental para el funcionamiento de programas que van más allá, como el del compostaje comunitario; en ese sentido, varias localidades catalanas cuentan con puntos de compostaje comunitario donde los ciudadanos pueden llevar sus residuos orgánicos. Además de fomentar la separación de residuos en origen, se cobra una pequeña tasa que se destina a mantener y mejorar las instalaciones de compostaje. Esta iniciativa no solo reduce la cantidad de residuos enviados a vertederos, sino que también produce compost de alta calidad que puede ser utilizado en jardines y huertos locales.
Los ciudadanos informados y comprometidos son la base de un sistema de reciclaje eficiente, ya que, cuando las personas entienden la importancia de separar correctamente los residuos y conocen los beneficios que el reciclaje aporta al medio ambiente y a la economía, se convierten en agentes de cambio en sus propios hogares y comunidades.
Un ejemplo inspirador de cómo la concienciación puede marcar la diferencia se encuentra en la Comunidad de Madrid, específicamente en Torrejón de Ardoz, que se ha destacado como el territorio que más recicla en España, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE), con un 99,6% de hogares que demuestran su compromiso con el reciclaje. Un municipio en el que se han esforzado por impulsar campañas de reciclaje y educación ambiental dirigidas a diferentes grupos y colectivos poblacionales. Este éxito es testimonio del impacto positivo que tiene una ciudadanía bien informada y comprometida con el reciclaje, demostrando que, cuando se combina con una infraestructura adecuada, es posible alcanzar resultados extraordinarios.
Y es que el reciclaje en entornos urbanos presenta desafíos significativos, pero también es una oportunidad única para avanzar hacia ciudades más sostenibles y resilientes. Con una combinación de infraestructura adecuada, educación ciudadana, políticas públicas visionarias y colaboración entre sectores, es posible superar estos desafíos.