28 julio 2025
por Madrid Nuevo Norte
Bajo las aceras de Madrid se extiende una ciudad desconocida para la mayoría, pero cargada de historias, secretos y prodigios de la ingeniería.
Un complejo sistema de túneles, canalizaciones eléctricas y redes de agua y de alcantarillado, recorre Madrid como auténticas venas y arterias. Este universo oculto de infraestructuras en funcionamiento sostiene, conecta y explica buena parte de lo que ocurre en la superficie.
Pero, más allá de esa compleja infraestructura que recorre la ciudad de punta a punta para darnos servicio a diario, asomarse al subsuelo de la capital es también emprender un viaje en el tiempo, donde restos fósiles comparten espacio con estaciones de Metro olvidadas, pasadizos reales y refugios de guerra.
Bajo la antigua ‘villa y corte’ se encuentra toda una vida paralela que ha sido testigo de la evolución de la ciudad a lo largo de los siglos: criptas centenarias y sótanos legendarios. Estos espacios, de gran valor histórico y cultural, revelan un Madrid secreto más allá de la vista, lleno de misterio y riqueza.
Adéntrate en este post y descubre todo un mundo fascinante bajo el suelo de Madrid.
Además del alcantarillado municipal, red de galerías que conforma una verdadera “ciudad bajo la ciudad”, al pensar en el subsuelo de Madrid probablemente lo primero que nos venga a la mente sea el Metro. Con una red de 296 kilómetros el suburbano es parte esencial de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, bajo sus andenes y túneles, entre transbordos y prisas, hay rincones poco conocidos que parecen ajenos a todo ese ajetreo. Uno de ellos es la «Estación Fantasma» de Chamberí. Fue inaugurada en 1919 como parte de la primera línea de metro de Madrid y cerró en 1966 cuando se amplió la longitud de los andenes. Su diseño, como el resto de las instalaciones del Metro original, fue obra del arquitecto Antonio Palacios y de los ingenieros Miguel Otamendi, Carlos Mendoza y Antonio González Echarte, quienes buscaron la forma de hacer del metro una continuación de la calle. Como explica Luis María González Valdeavero, escritor y responsable de Andén 0, la red de centros de interpretación del Metro de Madrid, al ser una novedad, el Metro se percibía con cierto temor, por lo que «Palacios piensa cómo el viajero puede sentirse más cómodo y utiliza azulejo blanco en todas las zonas de paso hasta los andenes para que refleje la luz y dé una sensación de claridad, de comodidad. En los andenes, coloca publicidad para que la gente mientras está esperando al tren pueda distraerse de alguna manera». Otro de los espacios de Metro Madrid que nos transporta al pasado es el vestíbulo de Pacífico, también diseñado por Palacios. Se inauguró en 1923 y, como Chamberí, se cerró en 1966. Tras su restauración, reabrió al público en 2019, manteniendo su decoración original y la elegancia de hace un siglo.
Pero mucho antes de que existiera el Metro, el subsuelo de Madrid ya estaba surcado por una red de galerías subterráneas diseñadas para algo esencial: llevar agua potable a la ciudad. Eran los llamados «viajes de agua», un sistema heredado del mundo árabe –los antiguos qanats– que Felipe II recuperó en el siglo XVI, tras establecer la corte en la Villa. Durante siglos, el agua subterránea se canalizó desde zonas más altas, como Fuencarral o Canillejas, hasta el centro de Madrid. El sistema, que funcionó hasta la llegada del Canal de Isabel II en 1858, contaba con decenas de ramales y permitía que el agua fluyera gracias al desnivel del terreno. Cada distrito tenía asignadas sus fuentes y aguadores. Algunos de los principales fueron Alcubilla, Abroñigal, Fuente Castellana y Amaniel. Hoy, una pequeña parte de ese legado hidráulico se puede recorrer a pie. Desde 2016, el Ayuntamiento de Madrid ha impulsado varios proyectos para rehabilitar parte de estos viajes. Es posible visitar el de Amaniel y el de la Fuente del Berro a través de visitas guiadas y gratuitas que se organizan periódicamente. En el caso de Amaniel, existen dos recorridos: uno subterráneo, desde la Dehesa de la Villa hasta el tramo visitable del viaje, y otro en superficie, que conecta el Arca Vieja de Amaniel con el Museo de los Caños del Peral, en la estación de Ópera, donde aún se conserva parte del acueducto original. Por su parte, el de la Fuente del Berro mantiene 900 metros de su trazado original, desde Las Ventas hasta el parque de la Quinta de la Fuente del Berro. Tras su rehabilitación, se puede recorrer un tramo acondicionado donde se aprecia la antigua galería por la que aún discurre agua hasta el estanque del parque.
Entre la historia y la leyenda, mucho se ha hablado de túneles secretos que servían a los reyes y a la Corte para moverse discretamente sin exponerse a la mirada pública, y aunque de algunos solo quedan referencias más o menos vagas, otros no solo fueron una realidad, sino que han llegado restos de ellos hasta nuestros días. Es el caso de la extensa red de túneles que partían del Palacio de Oriente y comunicaban con Teatro Español y con varios edificios religiosos del barrio de las Letras. Algunos tramos de esta discreta red de comunicación construida entre finales del XVIII y principios del XIX, aún se conservan. Entre otros, hay restos de ella bajo la plaza de la Paja y bajo el palacio de Anglona, en la calle Segovia.
Las guerras también dejaron huellas bajo tierra. Excavado en plena Guerra de la Independencia, el llamado Túnel de José Bonaparte fue un encargo del entonces monarca al arquitecto Juan de Villanueva en 1811. Su finalidad era conectar el Palacio Real con la finca de los Vargas en la Casa de Campo para que el rey pudiera desplazarse sin ser visto ni atacado. El túnel pasa bajo el Paseo de la Virgen del Puerto y desembocaba en un puente de madera privado que más tarde fue reemplazado por el actual Puente del Rey. Está construido en ladrillo sobre un zócalo de granito, mide 56 metros de largo y 5,5 metros de ancho. En 1931, con la conversión de la Casa de Campo en parque público, se abrió el acceso al túnel. Con el paso de los años, las obras de la M-30 y la transformación del entorno bloquearon su salida y lo dejaron inaccesible durante décadas. En 2011 se instaló un panel informativo y, a principios de 2025, iniciaron las obras de rehabilitación con el objetivo de abrir el primer tramo antes de que termine este año. El proyecto completo incluye la rehabilitación de la fachada, la excavación del nivel de suelo en los laterales para mostrar la cota original del túnel y la adaptación del interior para garantizar la accesibilidad.
Este no es el único túnel excavado en el subsuelo de Madrid en tiempos de guerra. Durante la Guerra Civil, se construyeron diferentes refugios que han pasado desapercibidos entre jardines, como el situado en El Retiro, cuyos tres accesos pasan desapercibidos al paseante: uno en la calle Menéndez Pelayo, hoy está cegado bajo el asfalto, y dos en el interior del parque, junto a la puerta Reina Mercedes, bajo cinco sencillas planchas metálicas, y junto al Florida Park, clausurado. Uno de los refugios mejor guardados de esta contienda está en Alameda de Osuna, entre los jardines románticos y laberintos del Parque El Capricho. Allí se esconde un búnker que era conocido como Posición Jaca. Se trata de un refugio subterráneo construido en 1937 como cuartel general del Ejército Republicano del Centro. A 15 metros bajo tierra y con más de 2.000 metros cuadrados, es uno de los mejor conservados de Europa. Contaba con salas de trabajo, duchas, enfermería, sala de máquinas e, incluso, una zona de descontaminación y tenía cuatro accesos: tres conectaban directamente con el parque y el cuarto, una galería de escape, daba a la calle. El Ayuntamiento de Madrid ofrece visitas guiadas gratuitas dentro del programa Pasea Madrid.
La ciudad esconde también bajo sus cimientos otros espacios singulares que parecen sacados de una novela de misterio, como la impresionante cripta de la Catedral de la Almudena. Construida a finales del siglo XIX en estilo neorrománico, bajo el diseño del marqués de Cubas, alberga casi 400 columnas, decenas de capillas y cerca de 1.500 tumbas de familias nobles. Es uno de los mayores espacios funerarios de este tipo en Europa y aún hoy continúa en uso, en silencioso recogimiento.
Otros rincones ocultos, aunque igualmente silenciosos, sirven para guardar arte. Bajo el Museo del Prado se extienden varios niveles de sótanos y almacenes subterráneos que conservan miles de obras que no están en exposición. Espacios repletos de esculturas, cuadros y marcos antiguos que se custodian como tesoros, alejados de las miradas del público.
Y si hablamos de tesoros, no se puede pasar por alto la cámara acorazada del Banco de España. A más de 30 metros bajo tierra, este recinto blindado protege parte de las reservas de oro del país. Tiene un acceso restringido, varias puertas de acero de más de 15 toneladas y un sistema de defensa que parece de película: si alguien intentara forzarlo, el sistema permitiría inundar el foso de acceso con el agua de un arroyo subterráneo. Un ingenio digno de un thriller que demuestra que bajo el suelo de Madrid hay secretos… muy bien guardados.