21 julio 2025
por Madrid Nuevo Norte
Lope de Vega fue una de las figuras más deslumbrantes del Siglo de Oro español. Conocido como el Fénix de los Ingenios, su genio creativo no tuvo descanso, pues se le atribuyen cerca de 1.500 comedias, una cifra que asombra aún hoy. Admirado y criticado a partes iguales, sus contemporáneos no pudieron ignorarlo. Miguel de Cervantes, con quien mantuvo una relación ambigua, lo definió como «Monstruo de la Naturaleza», en alusión a su extraordinaria capacidad para la escritura.
Aunque residió temporalmente en ciudades como Valencia o Sevilla, fue en Madrid donde echó raíces y consolidó su carrera literaria. La capital, con su efervescencia cultural, sus corrales de comedias y una vida urbana que palpitaba en cada esquina, fue el escenario privilegiado de su trayectoria. Especialmente en el actual Barrio de las Letras, donde su presencia aún se siente entre las calles que un día habitó. Hoy, al recorrer ese mismo Madrid, revivimos no solo la vida de un autor, sino una época entera, la del Siglo de Oro.
Iniciamos este recorrido en la calle de Bordadores, a escasos metros del lugar donde nació Lope de Vega en 1562. Su padre, bordador de profesión, vivió y trabajó en este barrio entonces rebosante de vida popular y actividad artesanal. Fue muy cerca, en la hoy desaparecida iglesia de San Miguel de los Octoes donde el joven escritor recibió el bautismo, muy cerca de la antigua muralla madrileña, en el solar que hoy ocupa el conocido Mercado de San Miguel. Entre 1572 y 1577, Lope de Vega estudió en el Colegio Imperial, institución jesuita que albergó la biblioteca más importante de Madrid hasta bien entrado el siglo XVIII. El edificio sigue en pie en la calle Toledo, y continúa sirviendo para la educación, como Instituto de San Isidro. Ya por entonces, el joven escritor demostraba una precoz vocación literaria: se le atribuye La pastoral de Jacinto, obra que publicaría años después.
El itinerario continúa hasta la parroquia de San Ginés, en el número 13 de la calle Arenal. Allí contrajo matrimonio con su primera esposa, Isabel de Urbina, en 1588. Considerada una de las iglesias más antiguas de Madrid, sus orígenes se remontan al siglo XII. Aunque el edificio original fue derribado en 1642, en su lugar se alzó el templo actual, proyectado por fray Lorenzo de San Nicolás.
Si avanzamos por la calle Montera en dirección a la Gran Vía, descubrimos, casi oculto entre fachadas modernas, el Real Oratorio del Caballero de Gracia. En este templo, Lope de Vega ingresó en 1609 como miembro de la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento, y fue nombrado Padre Mayor en 1631. Del templo barroco que recorrió tantas veces Lope no queda hoy nada, pero en su lugar podemos disfrutar de la reconstrucción neoclasicista que en el siglo XVIII diseñó y ejecutó el arquitecto Juan de Villanueva. A pesar de su discreta presencia exterior, el interior del oratorio sorprende: un sobrio y armonioso espacio neoclásico, que remite a las pequeñas basílicas romanas, un inesperado remanso de espiritualidad en pleno centro de Madrid.
Siguiendo el pulso de la Gran Vía hacia su final, nos espera otra parada significativa: la iglesia de San José. Fue allí donde el escritor ofició su primera misa como sacerdote en 1616, año en que también organizó un certamen poético para conmemorar la beatificación de Santa Teresa de Jesús. Se dice que entre el público se encontraba Cervantes, testigo de una escena que reunía fe, literatura y rivalidades silenciosas. En aquel entonces, el templo formaba parte del convento de San Hermenegildo, fundado por los carmelitas descalzos en 1586. La iglesia actual, de planta en cruz latina y estilo barroco, fue diseñada por Pedro de Ribera y concluida en 1748. En su fachada destaca una imagen de la Virgen del Carmen, esculpida por Roberto Michel, y una discreta placa aún recuerda el vínculo indeleble entre Lope de Vega y este lugar de culto y creación.
Tras explorar los templos que marcaron su vida, el recorrido nos lleva ahora al bullicio teatral del Barrio de las Letras. Adentrarse por él es recorrer un lugar que guarda la huella más viva de Lope. Allí se alza el actual Teatro Español, en la calle del Príncipe, considerado uno de los teatros más antiguos del mundo. Su origen se remonta al siglo XVI, cuando funcionaba como el Corral del Príncipe, un espacio al aire libre donde el Fénix estrenó muchas de sus comedias ante un público ávido y diverso. A su sombra florecieron también otras voces destacadas del teatro español como Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Zorrilla, Pérez Galdós, Unamuno, Valle-Inclán o Buero Vallejo.
Tras incendios, reformas y reconstrucciones, el Teatro Español adquirió su fisonomía actual en el siglo XIX, y en 1849 adoptó oficialmente su nombre. Hoy, con tres salas en activo, sigue siendo un faro para las artes escénicas en nuestro país.
A poca distancia, en la calle de Espoz y Mina, encontramos el rastro de otro de los epicentros teatrales de la época: el Corral de la Cruz. Fue allí donde el autor vivió uno de los episodios más turbulentos de su juventud: su arresto por los libelos satíricos que escribió contra Elena Osorio, con quien mantuvo una relación amorosa marcada por la pasión y el resentimiento. En el número 13 de la calle, una discreta placa recuerda que en ese lugar «estuvo, desde el siglo XVI, el Corral de Comedias de la Cruz, donde se estrenó gran parte del teatro del Siglo de Oro». Muy cerca, en la calle León, otra inscripción nos traslada al Mentidero de Representantes, lugar de reunión de autores, actores y empresarios teatrales. Durante el Siglo de Oro, los mentideros fueron auténticos centros de intercambio de información, rumores y opiniones: una suerte de red social analógica, donde las noticias se mezclaban con habladurías en un periodismo oral cargado de ingenio y teatralidad. El de los Representantes fue el más ligado al mundo escénico, pero no el único, ya que el Mentidero de las Losas de Palacio, frente al actual Palacio Real, o el de las Gradas de San Felipe, en la confluencia de la Puerta del Sol con la calle Mayor, completaban este mapa urbano del murmullo y la crítica.
Pero no todo se debatía en los corrales o en la calle. Las tabernas madrileñas ocuparon un lugar central en la vida social y literaria de la época. En ellas se cerraban alianzas, se fraguaban enemistades y se desplegaban ingenios más afilados que una pluma. Unos versos atribuidos al propio Quevedo ironizaban sobre el ambiente licencioso: «Hoy hacen amistad nueva / más por Baco que por Febo / don Francisco de Que-Bebo / don Félix Lope de Beba». La rivalidad entre autores, teñida de ironía y duelos literarios, era parte del ecosistema cultural del Siglo de Oro. Quevedo y Cervantes fueron, en diferentes momentos, tanto amigos como adversarios de Lope de Vega.
Para comprender mejor la vida y el legado de Lope de Vega, el itinerario debe terminar en un lugar íntimo y revelador: la Casa Museo Lope de Vega, en la calle Cervantes, llamada entonces calle Francos, donde el autor vivió desde 1610 hasta su muerte en 1635. Fue allí donde escribió algunas de sus obras más memorables, pero también donde atravesó algunos de los momentos más dolorosos de su biografía, como la muerte de su segunda esposa, Juana de Guardo, y la pérdida de Marta de Nevares, su último y apasionado amor. El edificio, construido en 1578, fue adquirido por el escritor por 9.000 reales. Él mismo lo describió con ternura y sobriedad: «mi casilla, mi quietud, mi huertecillo y estudio». Una casa modesta, que fue testigo de su vida doméstica y su retiro espiritual. Aunque la vivienda sufrió diversas modificaciones a lo largo de los siglos, fue concienzudamente reconstruida en la década de 1930, coincidiendo con el tricentenario de su muerte, y abierta al público como museo. Hoy permite al visitante adentrarse en el ambiente cotidiano del Siglo de Oro y recorrer estancias como el estudio, el oratorio o el pequeño huerto. Todo ello habitado por mobiliario de época, objetos personales y obras de arte procedentes de distintas colecciones e instituciones.