17 abril 2020
por Madrid Nuevo Norte
Madrid recuerda a Benito Pérez Galdós (Las Palmas, 1843-Madrid, 1920) en su centenario. Hace un siglo que falleció un escritor que puso a la capital en el centro de su mirada. Canario de nacimiento y madrileño de adopción, el autor de Fortunata y Jacinta, entre otras joyas literarias, creó y recreó un Madrid propio. En el Madrid galdosiano se pueden seguir las huellas del literato, lo mismo que se puede hacer en Londres con Charles Dickens, en el Dublín de James Joyce o en el París de Balzac.
Benito Pérez Galdós llegó a Madrid en 1862 para estudiar Derecho en la Universidad Central, situada en número 3 de la calle Noviciado, pero su verdadera escuela fueron los cafés, las calles, y el Teatro Real, según confesó en su obra autobiográfica Memorias de un desmemoriado (1915).
“La vida de Galdós discurre en Madrid en tres ambientes: el Madrid antiguo, el Madrid burgués del barrio de Salamanca y el Madrid moderno de la zona de Pozas, actual Argüelles, que se encontraba en las afueras. Tiene una visión panorámica de Madrid enorme, que luego representa en sus novelas”, nos cuenta Germán Gullón Palacios, escritor, experto en Galdós y uno de los comisarios de la exposición que la Biblioteca Nacional ha dedicado recientemente al centenario del escritor.
El Madrid galdosiano refleja la ciudad que descubrió el joven Galdós a su llegada a la capital, y engloba los barrios que rodean la Puerta del Sol, hasta la Puerta de Toledo por el sur y hasta San Bernardo, donde se encontraba su universidad, hacia el norte. Es la ciudad que plasma en sus novelas contemporáneas, como en Desheredada (1881) o Fortunata y Jacinta (1887), la obra en la que “mejor refleja Madrid”, según Gullón.
El Ateneo fue otro de sus lugares favoritos, pero esta institución del Madrid galdosiano se encontraba entonces en la calle Montera. “Escuchar a Castelar, Giner de los Ríos o hablar con Leopoldo Alas Clarín abrieron la mente del joven Galdós y le descubrieron otra forma de pensar que ponía el interés en las ideas”, explica Gullón Palacios.
El autor, nominado al Premio Nobel en 1912, fue parlamentario en varias ocasiones y frecuentó mucho más el Congreso de los Diputados que la Real Academia Española, la cual le nombró académico en 1887. Ambos lugares son también puntos de referencia del Madrid de Benito Pérez Galdós.
En el recorrido galdosiano que propone el Ayuntamiento de Madrid (https://www.esmadrid.com/madrid-galdos) figura, además de estos y otros lugares institucionales, otra ubicación más anecdótica y privada: la iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas, junto a la plaza del Dos de Mayo, donde el escritor se encontraba con su compañera sentimental y eminente literata, Emilia Pardo Bazán.
De los más de 60 cafés que había en Madrid en su época, Benito Pérez Galdós frecuentó tres: el café Universal, que se encontraba en el actual número 14 de la Puerta del Sol; el café de Fornos -en la esquina de la calle de Alcalá con Virgen de los Peligros; y el café de la Iberia, en la Carrera de San Jerónimo, frente al teatro Reina Victoria. Ya no existe ninguno de ellos, ni quedan trazas que dejen constancia de su existencia en sus respectivas ubicaciones.
Los personajes galdosianos también acudían a cafés donde se celebraban tertulias, como el veterano café Comercial, en la glorieta de Bilbao, que aparece en los Episodios Nacionales. Además, estos lugares de encuentro le sirvieron de fuente de inspiración, como es el caso del café La Fontana de Oro, fundado en el siglo XVIII como fonda de viajeros, que inspiró la primera novela de Galdós, publicada en 1870, a la que dio título. Reconvertido en bar irlandés, pero con la decoración del siglo XIX, su visita nos adentra en el Madrid galdosiano.
Benito Pérez Galdós era un gran espectador de la realidad y estudiaba a los madrileños de cualquier barrio y condición social. Burgueses, jornaleros, mendigos, religiosos, mercaderes… cobran vida en sus novelas con nombre propio: Fortunata, Jacinta, Tristana, Francisco de Torquemada, Benina… y el Madrid galdosiano bien pudiera considerarse otro personaje más, a la vez que escenario de encuentro del amor, el desamor, la traición, las injusticias…
En la ciudad transcurren la mayor parte de los relatos del prolífico escritor. En La Guía del Madrid galdosiano, Miguel García Posada selecciona los tres lugares más destacables del Madrid de la época y de los personajes de las novelas de Benito Pérez Galdós. “Calle de Toledo, Plaza Mayor y Puerta del Sol son los tres ángulos de un espacio vital para los madrileños de Galdós, y para los madrileños en general”. Pero, más allá de esos puntos emblemáticos, los personajes galdosianos nos llevan prácticamente por casi todo el Madrid decimonónico y de comienzos del siglo XX: plaza de Pontejos y de la Cebada; el barrio de Chamberí o Cuatro Caminos; las calles del Turco, Cuchilleros o la Castellana, el parque del Retiro… e incluso recorren zonas de la periferia, como es el caso de Ramón Villaamil, el protagonista de Miau. Y también restaurantes. Mencionado en Fortunata y Jacinta y en Amadeo I, el histórico Lhardy forma parte del universo galdosiano.
Una placa recuerda que en la casa de huéspedes del número 3 de la calle Fuentes vivió el escritor “entre 1862 y 1863 durante sus primeros meses en Madrid”. También hay otra inscripción conmemorativa en la que fue su última morada madrileña, en la calle Hilarión Eslava 7.
Un vecino tan notable e identificado con la capital merecía un homenaje mayor, y así sucedió en vida del literato, en 1899. La calle del Colmillo, que une Hortaleza y Fuencarral, cambió entonces de nombre por el de Benito Pérez Galdós para homenajear al cronista de la ciudad. También se perpetúa su memoria con la escultura erigida en el Parque del Retiro, obra de Victorio Macho, que fue inaugurada en 1919, un año antes de su muerte. Hoy los restos de Galdós yacen en La Almudena. Su entierro fue multitudinario y ese día todos los teatros de Madrid permanecieron cerrados en señal de duelo.