12 febrero 2025
por Madrid Nuevo Norte
El urbanismo contemporáneo está recuperando algunas características de las ciudades históricas donde convivían distintos usos, y lo hace con el objetivo de diseñar entornos más habitables, sostenibles y eficientes. En la segunda mitad del siglo pasado, el concepto de uso mixto, que combina vivienda, comercio, ocio y lugares de trabajo, quedó olvidado, separando sectores exclusivamente para trabajar, comprar o habitar. Sin embargo, el modelo urbano que une todas esas funciones en un mismo entorno está resurgiendo como una solución transformadora.
Hablamos de construcciones que combinan en un mismo edificio usos residenciales, comerciales, ocio o incluso lugares de trabajo. Este tipo de edificaciones permiten, por poner solo un ejemplo, que un mismo edificio tenga apartamentos en los pisos superiores, oficinas en los intermedios, tiendas y restaurantes en la planta baja e incluso áreas recreativas como gimnasios o terrazas ajardinadas.
El concepto de edificios de usos mixtos no es nuevo, ya que desde la antigüedad las ciudades han albergado estructuras multifuncionales. En la antigua Roma, las llamadas “insulae” eran bloques que combinaban viviendas en los pisos superiores y comercios en la planta baja. De manera similar, en los barrios europeos desde tan pronto como la edad media, los talleres y tiendas a menudo se encontraban en los niveles inferiores de las casas. Sin embargo, el auge de la zonificación estricta del siglo XX llevó a una separación funcional de los usos urbanos. Esta segmentación generó ciudades más dispersas y dependientes del automóvil. En las últimas décadas, los principios del urbanismo sostenible y las tendencias de revitalización de centros urbanos han impulsado el regreso de los edificios de usos mixtos como una solución eficaz para crear ciudades compactas y diversas.
Uno de los pilares clave del modelo de edificios de usos mixtos es la densificación inteligente, ya que concentran múltiples funciones en un espacio reducido. Algo que encaja a la perfección con las tendencias del urbanismo contemporáneo, que busca avanzar hacia ciudades más compactas (aquellas que optimizan el uso del suelo sin expandirse horizontalmente).
Así, este concepto arquitectónico facilita la consolidación de comunidades urbanas en las que la vida personal, el trabajo y el ocio se conectan por un breve paseo a pie o en bicicleta, y la vida en la calle queda garantizada por la presencia de comercios en planta baja. Proyectos emblemáticos como Porta Nuova en Milán o Kings Cross en Londres han demostrado cómo estas construcciones pueden revitalizar áreas previamente infrautilizadas, promoviendo el desarrollo económico local y reduciendo la huella ecológica de las ciudades.
El impulso de los edificios de usos mixtos en las ciudades, habitualmente asociado a la mencionada densidad urbana, libera el territorio, ayudando a proteger los espacios naturales; reduce desplazamientos largos entre el hogar, el trabajo o el colegio, lo que disminuye las emisiones de carbono asociadas al transporte; y mejora de la calidad de vida. Este tipo de urbanismo permite a los vecinos caminar o usar la bicicleta para sus desplazamientos diarios; un punto de especial relevancia si se tiene en cuenta que, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, uno de los focos más importantes de contaminación atmosférica es el transporte que usamos en nuestro día a día.
Los edificios de usos mixtos también fomentan la interacción social al activar los espacios públicos con comercio. Además, muchos de estos proyectos, como los emblemáticos Marina One de Singapur o Roppongi Hills, en Tokio, crean espacios comunes donde las personas pueden reunirse, como plazas, terrazas compartidas o cafeterías. Al integrar diferentes actividades y perfiles demográficos en un mismo lugar, estas estructuras fomentan un sentido de comunidad y pertenencia, creando un microecosistema urbano activo y diverso.