20 septiembre 2022
por Madrid Nuevo Norte
La capital cuenta entre sus tesoros vivos con árboles singulares por los cientos de años que atesoran, sus caprichosos patrones de crecimiento o las curiosidades asociadas a su ubicación y especie.
Silenciosos testigos de la transformación de Madrid, un puñado de imponentes árboles que atesoran más años que algunos monumentos, están presentes en nuestro día a día aunque a menudo parecen invisibles a los peatones. Bajo el atento cuidado de los jardineros municipales y de las instituciones que los los albergan, su resistencia al paso del tiempo, las inclemencias meteorológicas, los avatares de la historia y las plagas, ha llevado al Instituto Madrileño de Desarrollo Rural (IMIDRA) a clonar muchos de ellos en la última década. Según el Catálogo Regional de Especies Amenazadas y de Árboles Singulares editado por la Comunidad de Madrid, se consideran árboles singulares a los “ejemplares de flora aislados que pueden considerarse excepcionales por su tamaño o excelencia de porte, longevidad, originalidad de formas, significación histórica, cultural o científica e, incluso, valor sentimental entre las gentes de su municipio”.
Algunos parques y jardines históricos que han respetado la trama urbana de Madrid atesoran ejemplares singulares, como es el caso del parque del Retiro, el Real Jardín Botánico, el parque de la Fuente del Berro, el parque del Capricho, la Casa de Campo, el parque del Oeste, el Campo del Moro y la Rosaleda, entre otros. Esta selección de diez de los 54 árboles singulares con los que cuenta la ciudad de Madrid nos aproxima a algunos de los más conocidos. Curiosamente, el catálogo no destaca en la capital ningún madroño, a pesar de ser icono de la urbe.
La estampa del palacio de Cristal del Retiro siempre está acompañada por varios ejemplares de esta especie. Un rincón que se podría definir como idílico por la combinación de arte, arquitectura y naturaleza. El denominado ciprés calvo es la única conífera que puede vivir en zonas inundadas, gracias a que sus raíces presentan unas nudosidades a modo de raíces aéreas que se elevan por encima del nivel del agua para oxigenarse. Es una especie propia de territorios pantanosos del sur de Estados Unidos. De hoja caduca y corteza pardorrojiza que se desprende a tiras, su tronco se ensancha por la base para darle estabilidad.
El Retiro alberga también esta variedad que se ubica en la histórica puerta de Felipe IV, frente al Casón del Buen Retiro. Es uno de los árboles más antiguos de Madrid, con una edad aproximada de 360 años, de gran porte, recibe el apodo de candelabro por estar ramificado casi desde la base y contar con numerosas ramas ascendentes que lo asemejan a ese objeto. La especie es originaria de México, donde fue declarado árbol nacional al haber ejemplares por todo su territorio, algunos de ellos milenarios. Dada la antigüedad del ejemplar del Retiro, sus semillas debieron llegar hacia el siglo XVII, cuando España aún estaba presente en América. Produce unas pequeñas piñas circulares que contienen multitud de semillas y tanto su persistente follaje como sus flores se arraciman y cuelgan hacia abajo.
En la confluencia del paseo de El Prado y la plaza de Murillo, entre el cedro del Líbano y la Picea del Himalaya, se ubica otro ejemplar que completa el trío de singulares en el que fue en su día uno de los primeros paseos arbolados de Europa. Se trata de un almez que ya ha alcanzado la altura máxima de esta especie con sus 25 metros, que es lo que mide también el diámetro de su copa.
De tronco recto y robusto, su floración tiene lugar en primavera cuando brotan en sus ramas unas pequeñas flores amarillas que se transformarán en unos frutos carnosos del tamaño de un guisante que, además, son comestibles. De la misma especie es el superviviente al soterramiento de la M-30 en el parque Madrid Río, a la altura de la Arganzuela, junto a los enormes toboganes metálicos en los que cada día juegan centenares de niños.
Junto a la carretera de Fuencarral a El Pardo encontramos ejemplares de alcornoques que suman doscientos años. El entorno de El Pardo es una reserva biológica donde los alcornoques conviven con encinas, quejigos y enebros, formando uno de los bosques mediterráneos mejor conservados de Europa. Ubicado sobre la vega del Manzanares, el lugar es frecuentado por aves como el águila imperial, el buitre negro y la cigüeña negra, además de ser hogar de especies de interés cinegético, como los jabalís, ya que para algunos de estos animales, las bellotas amargas del alcornoque son todo un manjar. Los ejemplares más longevos de esta especie se caracterizan por el ancho de su copa. El alcornoque es un árbol de porte medio y hoja perenne típico de Europa de cuya corteza se obtiene el corcho, material garantiza su protección frente al fuego.
Esta imponente encina que forma su cruz a seis metros del suelo y que apenas ha sido podada, alcanza una altura de 18 metros en el patio de la antigua Universidad Central, junto a la calle Amaniel. Este ejemplar, que cuenta con más de 300 años a sus espaldas, probablemente nació en las huertas del antiguo Noviciado de padres jesuitas de San Bernardo.
La antigua residencia de los duques de Alba y actual Cuartel General del Ejército, el Palacio de Buenavista, en cuyo jardín reside este árbol singular, se edificó a mediados del siglo XVIII en la finca real conocida como altillo de Buenavista, junto a la plaza de Cibeles. Un paseo por su jardín te permitirá descubrir, entre otros árboles de distintos continentes, un exótico Ginkgo biloba que ha alcanzado los 26 metros de altura y al que se le calculan 120 años de edad. Esta especie que procede de países orientales como China, Japón o Corea, atiende al nombre de “albaricoque plateado”, haciendo honor a sus frutos. La especie es única en su familia botánica y está considerada un fósil vivo que existe hace 250 millones de años. Como curiosidad, un alemán que trabajaba para la Compañía de las Indias Orientales introdujo sus semillas en Europa en el siglo XVII y se plantaron en Holanda. El acceso al recinto está restringido al tratarse de instalaciones militares, pero su visita es posible determinados días del año.ç
Uno de los árboles más queridos por los visitantes del Real Jardín Botánico de Madrid es uno de los olmos más antiguos de España al que fue bautizado como “Pantalones” porque sus dos ramas se asemejan a esta prenda invertida. Con un perímetro de tronco superior a los seis metros, se calcula que tiene aproximadamente 200 años. Su altura es de 30 metros y su copa de 17 metros de diámetro, es irregular debido a la pérdida de ramas y pudriciones asociadas a la vejez del ejemplar. Desde 2014, Pantalones aguanta estoicamente los envites de una enfermedad que ha acabado con numerosos ejemplares de esta especie en Europa y Norteamérica: la grafiosis.
Esta palmera de porte majestuoso ocupa un lugar privilegiado presidiendo el estanque central del Real Jardín Botánico de Madrid, en la glorieta de Linneo y frente al pabellón de Villanueva. Su frondosa copa de hojas pinadas supera los diez metros de altura. La especie es endémica del archipiélago canario, donde se ha aprovechado tradicionalmente cada parte de la estructura de esta palmera desde épocas ancestrales. Sus frutos son comestibles y se llaman támaras.
Este castizo paseo, así como numerosos parques, jardines y avenidas arboladas de la ciudad, cuenta con imponentes ejemplares de esta especie por la frondosa sombra que proporcionan, así como por su resistencia a las podas y a la polución. se caracteriza por sus flores, que se agrupan en unas bolas colgantes y que se transforman en unos frutos cubiertos de pelos. Su tronco escamado es entre gris y blanquecino, y sus enormes hojas amarillean cuando llega el otoño. Esta especie arraigada en España no suele darse de forma silvestre, lo que convierte al plátano de sombra en un árbol bastante urbanita. El del paseo de la Florida ha alcanzado los 36 metros de altura y el perímetro de su tronco supera los cinco metros.
La secuoya está considerado el ser vivo más alto del mundo y, aunque el ejemplar singular del jardín del Campo del Moro alcanza tan solo los 30 metros, en su versión gigante puede superar los cien, como ocurre en Oregón y Alta California (Estados Unidos). Esta cooníferasuele crecer en grupo resguardándose mutuamente del aire, por lo que, por ese lado, la secuoya del Campo del Moro, que alcanza los 175 años, encuentra en la frondosidad del jardín un ecosistema casi perfecto en la ciudad. Para encontrar otras secuoyas en la región de Madrid hay que desplazarse o a la quinta del Duque del Arco, en El Pardo, o a la Casita del Príncipe, en El Escorial.