16 septiembre 2025
por Madrid Nuevo Norte
En la segunda mitad del siglo XX, un arroyo que fluía por los barrios más céntricos de Seúl fue sepultado bajo toneladas de asfalto y cemento. Se trataba del Cheonggyecheon, un cauce que había formado parte del paisaje urbano histórico de la capital surcoreana desde sus orígenes y que, en 1971, quedó oculto bajo una autopista elevada. Durante décadas, esa autopista fue el máximo exponente del modelo de desarrollo rápido y funcional que impulsó el crecimiento económico de Seúl en aquella época posterior a la Guerra de Corea. Fue la solución del momento para conectar zonas que crecían a gran velocidad.
Pero, al mismo tiempo, sacrificó un recurso natural y un espacio público central de la ciudad, y creó una gran brecha urbana, transformando ese arroyo oculto a los ojos de la ciudad en símbolo de un urbanismo que no priorizaba el medio ambiente y la calidad de vida de los ciudadanos.
Ya a principios del siglo XXI, la ciudad tomó una decisión que cambiaría para siempre su forma de entender el urbanismo: en 2003 comenzaron las obras para eliminar la autopista y recuperar el cauce original del arroyo, con un proyecto ambicioso que rompía totalmente la tendencia de las décadas anteriores y que terminó de ejecutarse en 2005.
La idea era clara: devolver la naturaleza al corazón de la ciudad, mejorar el entorno urbano y, de paso, ofrecer un espacio público de calidad para los ciudadanos. El proyecto consistió en eliminar la autopista de unos 5,8 kilómetros que cubría el cauce, limpiar el arroyo, crear un sistema de agua que mantiene el flujo constante y recuperar las riberas con zonas verdes, senderos y espacios para actividades recreativas y culturales.
No solo se trataba de un cambio estético o paisajístico, sino de poner en práctica un modelo de urbanismo sostenible que busca conjugar medio ambiente, bienestar ciudadano y desarrollo económico.
Según datos oficiales del Seoul Metropolitan Government, la intervención ha logrado reducir la temperatura media del entorno urbano hasta en 3,6 ºC, mitigando el llamado efecto «isla de calor» tan habitual en grandes ciudades, con abundante asfalto y poca vegetación. Además, la calidad del aire mejoró y la biodiversidad local volvió a instalarse en el ecosistema urbano: peces, aves y plantas autóctonas que durante años desaparecieron hoy han regresado, dando vida y color al parque fluvial.
El Cheonggyecheon es ahora, además de un cauce recuperado, un espacio abierto y accesible que ha cambiado la forma de vivir en el centro de Seúl. El parque, con sus senderos peatonales a ambos lados del arroyo, se ha convertido en lugar de encuentro para paseos, actividades deportivas y eventos culturales. Su diseño sencillo y abierto favorece la integración de diferentes grupos sociales, desde familias a jóvenes o turistas, creando un ambiente animado y seguro.
Además, se han instalado puentes, áreas de descanso y zonas de sombra que hacen que el recorrido sea agradable incluso en los meses de calor. En verano, no es raro ver a pequeños grupos refrescándose, con los pies dentro del agua, en las zonas habilitadas para ese propósito. La iluminación nocturna y la limpieza constante mantienen el espacio atractivo y cuidado.
Este nuevo pulmón verde aporta bienestar y salud a los ciudadanos y contribuye a la socialización y a impulsar un estilo de vida activo y saludable, al facilitar los desplazamientos a pie y aportar espacios para el ocio en la naturaleza.
Pero el efecto del proyecto Cheonggyecheon va más allá de los ecosistemas y la sociedad del centro de Seúl. La revitalización del área ha tenido un impacto positivo en la economía local. La eliminación de la autopista y la creación del parque han revitalizado la actividad de las zonas aledañas, según informes del gobierno de Seúl. Nuevos negocios, comercios y servicios se han instalado en los alrededores, aprovechando la mayor afluencia de peatones y turistas. Además, la ciudad ha apostado por mejorar el transporte público y facilitar el acceso peatonal, reduciendo la dependencia del automóvil y las emisiones contaminantes.
La experiencia de Seúl demuestra que recuperar espacios naturales puede ser compatible con el crecimiento urbano, y que los proyectos de regeneración urbana bien planificados aportan beneficios a corto y largo plazo. El Cheonggyecheon se ha convertido hoy en un símbolo vivo de cómo el urbanismo bien pensado puede aportar valor a las ciudades y bienestar a sus habitantes.