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Caminar el agua para conocer mejor Madrid

  • Madrid

La iniciativa Caminar el Agua lleva ya tres años difundiendo el patrimonio del agua de la región de Madrid, sus corrientes naturales, canales e infraestructuras, mediante largos paseos guiados por expertos.

 

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La ruta del agua a su paso por un azud o represa del madrileño arroyo Meaques. Foto: Caminar el agua

 

Madrid posee una relación histórica muy especial con el agua, que está aún presente en la ciudad, y visible para quien la quiera descubrir. Con el propósito de darla a conocer a los ciudadanos nació hace tres años ‘Caminar el agua’, un proyecto que busca difundir el patrimonio del agua en la capital.

La iniciativa invita a los madrileños a acercarse a los cursos de agua de la ciudad mediante largas caminatas que sirven para observar su entorno y aprender de él, acompañadas siempre por expertos. “Con este nuevo conocimiento sobre su propia ciudad, sus habitantes pueden llevar a cabo una acción para mejorarla y hacer un uso más sostenible”, explica una de las impulsoras de este proyecto, la arquitecta chilena Camila Kuncar. En palabras de su compañera, la geóloga Lucia De Stefano, profesora de la Universidad Complutense de Madrid y subdirectora del observatorio del agua de la Fundación Botín, “el agua es un elemento vertebrador del territorio, pero también de nuestras vidas, de nuestra historia, de quiénes somos. Tiene muchas historias que contar si sabemos escucharlas”.

 

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La presa del Pontón de la Oliva, hoy en desuso, es la más antigua del sistema de presas del Canal de Isabel II creado para traer agua del río Lozoya a la capital. Foto: Diego Sanz Siguero

 

Una ciudad rica en agua

El origen histórico y el crecimiento urbano de Madrid están íntimamente ligados al agua, desde su fundación en época árabe. Y no sólo a la que fluye por el humilde río Manzanares, sino también a las abundantes corrientes subterráneas que discurren bajo la ciudad, canalizadas bajo tierra desde antiguo mediante una red de galerías de suministro llamadas viajes de agua. La historia del agua de Madrid también se asocia a los quince arroyos que discurrían por el promontorio sobre el que se alzaba el asentamiento original. Muchas de esas corrientes han condicionado la posterior configuración de la ciudad debido a las calles cuyo trazado actual coincide con sus cauces, como Reyes, Barquillo, Arenal, Segovia, Embajadores o Atocha.

“El terreno de Madrid es especialmente rico para almacenar agua por ser arenoso, es el lugar perfecto para que haya un acuífero muy bien mantenido”, explica la arquitecta Camila Kuncar, que comenta que bajo nuestros pies tenemos “una suerte de gran esponja”. Otra clave para entender la riqueza de agua del enclave urbano es la considerable altitud de la capital, que con sus 667 metros sobre el nivel del mar “es una de las más altas de Europa, por lo que el Manzanares no es precisamente un río, sino más bien un arroyo de montaña”, según explica durante una de las rutas de “Caminar el agua” el arquitecto Javier Malo de Molina.

Con su explicación, Javier busca que los asistentes entiendan el motivo del escaso caudal de un Manzanares recientemente renaturalizado, tras la apertura de las presas que lo mantenían embalsado. Devolverle su caudal natural ha supuesto la proliferación de cientos de especies de aves y plantas, así como la reaparición de sus islas naturales, durante décadas desaparecidas “porque queríamos que el río fuese otro”, apunta Kuncar, más parecido a un gran río “propio de países centroeuropeos”.

 

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En las rutas se explica el pasado y el presente del agua de Madrid, y la importancia de este recurso para la ciudad. Foto: Caminar el agua

 

Esas aguas de distinta naturaleza, que históricamente hacían de Madrid un lugar con abundancia de este recurso, se fueron arrinconando a medida que se fue consolidando la gestión de residuos de la ciudad a partir del siglo XVIII y con la traída del agua del Lozoya a finales del siglo XIX. Los antiguos viajes de agua cayeron en desuso, las aguas subterráneas hacía tiempo que habían dejado de ser tan salubres, la ciudad creció a espaldas del Manzanares y la sobreexplotación de las cuencas de los arroyos mermó su caudal. Estos comenzaron a ser canalizados por pequeñas acequias para, más tarde, quedar totalmente soterrados y olvidados. Apenas nos recuerdan este pasado el desnivel de algunas vaguadas o el trazado de calles y avenidas como la sinuosa Castellana. Las curvas de ese importante eje urbano siguen los antiguos meandros del arroyo que aún corre bajo su asfalto. También traen el recuerdo de ese pasado nombres de calles como Mira el Río Alta o Mira el Río Baja, o vestigios de las fuentes a las que acudían los aguadores cuando aún no había agua corriente en las casas. La naturaleza se ha ocupado ocasionalmente de hacer aflorar la presencia del agua con hechos puntuales, como la inundación que en 1966 asoló Vallecas y Villaverde a causa de la crecida del arroyo Abroñigal, que hoy discurre bajo la M-30.

 

El reto de caminar la ciudad

Varias de las rutas organizadas por los expertos de Caminar el Agua se proponen el reto de salir de la ciudad o entrar en ella caminando, recorriendo distintos tramos del cauce del Manzanares comprendidos entre El Pardo y Butarque. Concretamente, en el tramo entre el río madrileño y el arroyo de la Trofa, cerca del aparcamiento de Somontes, es posible comprobar los efectos beneficiosos del proyecto de restauración fluvial desarrollado por la Confederación Hidrográfica del Tajo. Camila Kuncar explica que lo interesante de esta iniciativa es que no consiste en poner cosas sino en quitarlas, “retirar las escolleras, hacer más amable su llanura de inundación y relacionarla con su orilla”. Entre sus objetivos, devolverle al Manzanares el carácter de río fluyente; conectar el cauce con su entorno; favorecer la diversidad de hábitats; y favorecer el acceso de los madrileños a sus orillas.

Las temáticas relacionadas con el agua que se tratan en estas charlas en movimiento son muy diversas. En otro de los paseos, el ingeniero de caminos Antonio Bolinches explica que las aguas subterráneas que antes circulaban por el trazado de la línea 10 de Metro se desvían hoy a uno de los dos arroyos permanentes de la Casa de Campo, el Meaques. “Para que esas aguas subterráneas no se filtren al interior del túnel, se extraen colocando una bomba en su punto más bajo”. Así, no solo abastece al arroyo todo el año, sino que aún queda suficiente agua para nutrir al lago de la Casa de Campo.

 

Hitos de la arquitectura hidráulica

Los recorridos de Caminar el Agua también reparan en los hitos de la arquitectura e ingeniería hidráulica, y es que los promotores de esta iniciativa consideran que si los ciudadanos no saben dónde nacen y cómo se cuidan los ríos, así como dónde va a parar el agua residual o el agua de lluvia, no seremos capaces de cuidar nuestro patrimonio natural más cercano. Entre estos hitos construidos destacan la presa de El Pardo, que no cumple las funciones típicas de una presa, ya que su cometido es regular el caudal del río Manzanares. Estaciones depuradoras como las de Viveros de la Villa, La China, Butarque o La Gavia Sur forman parte de un sistema interconectado que limpia el agua usada en los barrios para abastecer después al Manzanares o reutilizarla para riego.

En estas rutas hay dos paradas nostálgicas. Una, en la histórica “playa de Madrid”, donde se explica cómo en los años 30 del siglo XX se embalsó el Manzanares para crear una zona artificial de baño y de variadas actividades recreativas acuáticas. La otra es el Real Canal del Manzanares, una gran obra de ingeniería que soñó Felipe II y se llevó a cabo ya en el siglo XVIII bajo el reinado de Carlos III, con el propósito de unir Madrid con el océano Atlántico, hacer navegable el Manzanares y conectarlo con el Tajo. Con la llegada del ferrocarril, el proyecto quedó incompleto al quedar obsoleto como forma de transporte, llegando a ejecutarse apenas 20 kilómetros del mismo, desde los alrededores del puente de Toledo hasta Rivas-Vaciamadrid. A lo largo de su trazado se construyeron 10 esclusas, una cabecera, un embarcadero, así como varios molinos y casas para personal y mantenimiento.

 

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Décima esclusa del histórico Real Canal del Manzanares, en el municipio de Getafe. El canal, ejecutado en el siglo XVIII, aspiraba a conectar Madrid con el océano Atlántico. Foto: Bonet86

 

Un futuro prometedor

En palabras de Camila Kuncar, “Madrid es una ciudad donde la naturaleza se ha arrinconado muchísimo. A pesar de que la sierra está muy cerca de la ciudad, es muy difícil llegar caminando si no lo haces a través de Madrid Río”, proyecto que el colectivo de Caminar el agua considera es lo mejor que le ha pasado al río tras décadas de colonización de su margen por la autopista M-30. En este sentido, Camila Kuncar opina que el hecho de “que Madrid Nuevo Norte vaya a ser un conector entre Chamartín y la zona natural de El Pardo me parece increíble, fantástico, porque justamente va a solventar eso, va a vincular la ciudad con su entorno más inmediato y creo que eso puede ser un éxito rotundo para una capital europea, ya que casi ninguna tiene un contacto tan directo con un entorno como El Pardo”.

Kuncar celebra que las ciudades empiecen a tener voluntad de “recuperar una escala más humana que el siglo XX nos arrebató, y volver a esa vida más de barrio”. En ese sentido, se felicita por la decidida apuesta por los usos mixtos y el comercio de proximidad de Madrid Nuevo Norte. Esta experta también valora positivamente la gestión sostenible del agua que se va a llevar a cabo en el gran proyecto urbanístico de Madrid, que respetará el ciclo del agua, reaprovechará el agua de lluvia y la reinfiltrará en el subsuelo. Y comparte con nosotros una reflexión: “Si cambiamos la manera de hacer ciudad y lo hacemos de una forma más amable con el territorio, podríamos tener ciudades estupendas que tuvieran sistemas de drenaje sostenibles, donde los ríos fueran parte de la ciudad y se incorporaran como corredores verdes. Estamos en ello”.

9 diciembre 2020

Autor

Madrid Nuevo Norte


9 diciembre 2020

por Madrid Nuevo Norte