13 noviembre 2020
por Madrid Nuevo Norte
El agua es un bien escaso en nuestro entorno geográfico y, debido al cambio climático, es esperable que lo sea cada vez más en las próximas décadas. Incluso se prevé que otros países y regiones en los que ha abundado históricamente vean alterado su ciclo de lluvias y se vuelvan cada vez más secos. Por eso, la comunidad internacional ha dado la voz de alarma sobre la necesidad de repensar el modelo de gestión y consumo del agua, y ciudades de todo el mundo han hecho suya la gran responsabilidad de administrar de forma eficiente este preciado recurso.
Con el objetivo de mitigar los efectos de ese cambio global, comienzan a llevarse a cabo estrategias pioneras en distintos países del mundo. Iniciativas que, una vez enunciadas parecen lógicas, casi obvias, pero que hasta hace poco no se habían desarrollado a gran escala. Desde poder reutilizar para la cisterna del inodoro el agua que hemos usado para bañarnos (las llamadas “aguas grises”) hasta almacenar y reaprovechar el agua de lluvia para riego u otros usos, muchas son las acciones que, implantadas de forma extensiva, pueden servir para consumir menos y de forma más sostenible.
A lo largo de los siglos, las ciudades han ido sustituyendo las superficies de terreno natural, que recogía la lluvia y la reinfiltraba gradualmente hacia los acuíferos del subsuelo, por pavimentos de materiales no porosos, como baldosas de cemento, adoquinados y asfalto. Con ello se ha provocado que los núcleos urbanos se conviertan en grandes extensiones de suelo casi totalmente impermeable, en coberturas rígidas que es imposible que atraviese el agua.
De esa manera, al caer en las calles de nuestras ciudades, el agua de lluvia es arrastrada en superficie largas distancias hasta llegar al alcantarillado, donde se vierte ya contaminada por las partículas de polución que arrastra en su camino. Esa agua sucia se mezcla entonces con otras aguas residuales y se hace necesario que sea tratada en estaciones depuradoras mediante procesos costosos y poco eficientes.
El otro efecto pernicioso de impermeabilizar totalmente los suelos de las ciudades es que, al sellar totalmente su superficie, el subsuelo bajo sus calles y edificios pierde su humedad natural, interrumpiéndose el ciclo del agua.
Para evitar los efectos negativos de ese proceso indeseable para el medio ambiente, las ciudades más pioneras en materia de sostenibilidad están desarrollando los llamados sistemas urbanos de drenaje sostenible (SuDS), que tratan de devolver la permeabilidad a los suelos en zonas urbanas a través de distintas estrategias. Países como Australia, que ha impulsado fuertes incentivos a las iniciativas de reutilización del agua, o China, con su programa de “Ciudades Esponja”, están apostando de forma contundente por desarrollar normativas para integrar las llamadas aguas “grises” de uso doméstico y la lluvia en la gestión hídrica de sus núcleos urbanos.
Grandes ciudades como Nueva York, San Francisco, Londres o la sudafricana Ciudad del Cabo están también destacando por crear políticas que favorecen el tratamiento sostenible de superficies, mediante filtración, captación y reaprovechamiento del agua. Entre otras medidas, la capital de Reino Unido ha creado políticas que implantan el drenaje sostenible como un requisito obligatorio en las nuevas actuaciones urbanísticas y ha elaborado una guía para facilitar a los responsables de la creación de nuevas zonas, calles y parques la aplicación en su diseño y gestión de medidas positivas para el ciclo del agua. Además, la ciudad británica está llevando a cabo programas didácticos en centros educativos para mostrar a los más pequeños los beneficios de respetar el ciclo del agua.
Uno de los principios del drenaje sostenible es tratar de garantizar que el agua de lluvia se recoja lo más cerca posible de donde cae. Para hacerlo realidad, destaca un innovador recurso llamado “jardines de lluvia”, zonas verdes acotadas que están preparadas para recibir grandes cantidades de agua e inundarse totalmente en los momentos de fuertes lluvias, disminuyendo el riesgo de que esas inundaciones se produzcan en las zonas de aceras y calzadas, y reinfiltrando gradualmente esa agua en el subsuelo. Para ello, se tienen en cuenta las pendientes del terreno, se permite el paso del agua rebajando los bordillos y otros elementos y se hace un tratamiento de las capas del subsuelo para optimizar su capacidad de absorción y reinfiltración. Esta técnica, también llamada “biorretención”, además de servir para filtrar el agua, tiene la ventaja de generar hábitats húmedos que fomentan la biodiversidad.
La incorporación de estos sistemas de drenaje a los valores paisajísticos de la ciudad es un aspecto importante que está siendo desarrollado a nivel internacional. Un buen ejemplo es el londinense Bridget Joyce Square, una plaza próxima a un colegio y a varias zonas de juegos infantiles, antes estaba abandonada y descuidada, que hoy se ha convertido en un gran atractivo para niños y adultos, que incluye elementos lúdicos y esculturas que sacan partido estético al agua en movimiento.
Además de los sistemas para aprovechar el agua de lluvia mediante jardines, otra de las técnicas de drenaje sostenible habituales es la de utilizar pavimentos porosos que permitan la infiltración del agua de lluvia. Esta técnica se ha aplicado en Madrid en las grandes superficies de aparcamiento del estadio Wanda Metropolitano. Ahí se ha usado un suelo poroso, a través del cual se filtra la lluvia tan pronto como cae sobre su superficie, sin recorrer largas distancias y por tanto contaminándose menos, además de captar el agua de escorrentía de otras zonas impermeables cercanas. La superficie en torno al estadio cuenta también, bajo las plazas de aparcamiento, con depósitos enterrados para almacenar el agua.
En Madrid Nuevo Norte, el gran proyecto de transformación urbana de Madrid, se está poniendo especial atención en el agua, con medidas en la línea de las mejores prácticas internacionales y que van a permitir una gestión y un consumo responsables a escala de distrito. Se van a implantar medidas pioneras para la reutilización del agua, y poner en marcha actuaciones que facilitarán el ahorro de este recurso en edificios e infraestructuras urbanas.
El proyecto incorpora iniciativas como el reaprovechamiento del agua de las cubiertas de los edificios y de las aguas grises, o almacenar y usar agua de lluvia para regar parques y jardines. En ese sentido, se está estudiando la incorporación de sistemas de drenaje sostenible para reproducir las condiciones del suelo natural en sus calles y parques, mediante pavimentos porosos. La infiltración y captación de agua en los espacios públicos revertirá en la recarga de los acuíferos naturales, además de tener un importante papel en el diseño del espacio urbano y las zonas verdes.
El nuevo entorno urbano de Madrid Nuevo Norte también contará con una nueva red de agua regenerada para la limpieza viaria y para regar zonas verdes públicas. Un sistema de riego inteligente que será capaz de detectar las condiciones atmosféricas gracias al uso de sensores, y aportar sólo el agua que necesiten las plantas en cada momento.