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Una sirena que flota sobre la Castellana

  • Madrid

En la década de 1970 se instaló en el paseo de la Castellana el primer museo urbano al aire libre del país.

El museo exhibe una muestra de 17 obras de la mejor escultura abstracta española de su momento, de artistas de la talla de Chillida y Miró.

 

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El Museo de Escultura al Aire Libre está abierto 24 horas al día los 365 días del año, pero es casi invisible para muchos de los transeúntes que circulan a diario por el paseo de la Castellana, entre las calles de Eduardo Dato y Juan Bravo. La gran mayoría ni siquiera sabe que existe este remanso artístico de vanguardia a cielo abierto, que fue pionero allá por los años 70 del pasado siglo por sacar el arte contemporáneo a la calle. Este singular museo sin puertas de acceso ni tickets de entrada nació para humanizar el espacio público bajo el gigantesco puente de Eduardo Dato y para acercar las últimas tendencias del arte contemporáneo español a los madrileños.

 

Colaboración entre artistas e ingenieros

El artífice de esta novedosa experiencia fue el artista Eugenio Sempere quien, en conversaciones con los ingenieros autores del puente, José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón, ideó la creación de una colección de arte moderno al abrigo de la gran estructura. Sempere había sido el encargado de diseñar las barandillas del puente, una obra de ingeniería que había sido proyectada con especial cuidado en los detalles estéticos.

Pero la participación de Sempere en la iniciativa fue mucho más allá ya que, cuando el artista propuso el proyecto de museo a las autoridades municipales, éste planteó que todas las obras serían donadas por los escultores participantes. Esto sería posible gracias a la amistad que unía a Sempere con todos ellos. Además, muchas de las piezas serían creadas expresamente para ese espacio. La propuesta era sin duda atractiva y fue aceptada por las autoridades.

 

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En primer plano, “Toros Ibéricos” de Alberto Sánchez, frente al puente del que cuelga la escultura de Chillida “Lugar de Encuentros III”, también llamada “La Sirena Varada”.

 

Una sirena de seis toneladas

El museo se instaló en 1972, aunque su inauguración oficial se retrasó siete años por la polémica suscitada por la instalación de la primera obra de Chillida realizada en hormigón, La Sirena varada, de más de 6.000 kilos, y que fue concebida para colgarse suspendida de los pilares del puente. El alcalde de Madrid en ese momento, Carlos Arias Navarro, se opuso a su instalación alegando motivos de seguridad y, a pesar de que los ingenieros responsables del cálculo de la estructura justificaron técnicamente que el puente era sobradamente capaz de soportar el peso, la obra fue retirada en 1973. La impresionante mole flotante tuvo que esperar a septiembre de 1978 para volver a su emplazamiento y el Museo de la Escultura al Aire Libre de la Castellana fue al fin inaugurado, ya completo, pocos meses después.

Muestra magistral de escultura abstracta española

Aunque el Museo de la Escultura al Aire Libre sí gozó de fama durante sus primeros años de vida, en la actualidad muchos viandantes no son conscientes de que en ese espacio están expuestas obras excepcionales de escultores españoles de la talla de Miró, Chillida o Martín Chirino. De este último se puede contemplar Mediterránea, la vistosa escultura con la que el artista canario experimentó por vez primera con el color.

Joan Miró está representado en el museo por Mère Ubo, una obra de grandes dimensiones, mitad mujer mitad pájaro, que se asemeja a un tótem primitivo o a un animal fantástico. Esta pieza se incorporó a la colección sólo una vez que quedó resuelta la controversia acerca de la Sirena Varada, ya que la presencia de la obra de Chillida en el museo había sido una exigencia inexcusable de Miró para donar su propia escultura.

 

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Mere Ubu, obra representativa de la última etapa de Joan Miró, que insinúa un animal fantástico mitad mujer, mitad pájaro.

 

Separada del resto por el tráfico del paseo de la Castellana, en la visita es fácil perderse la estupenda escultura Unidades-Yunta de Pablo Serrano, ubicada junto a la calle Eduardo Dato. Se compone de dos grandes masas de bronce de formas redondeadas, que representan la unión de fuerzas opuestas y complementarias, y juega con el contraste entre el interior de las piezas, pulido y brillante, con su superficie exterior, rugosa y oscura.

 

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Dos piezas que asemejan a una rótula en la escultura Unidades-Yunta de Pablo Serrano. La obra juega con la idea de contraste y con los elementos que se complementan entre sí.

Son muchas más las obras del museo, que ocupa una superficie de 4.200 metros cuadrados y en la que se exponen 17 esculturas de otros tantos creadores españoles consagrados como Pablo Palazuelo, Manuel Rivera, Gerardo Rueda y Gustavo Torner. Los escultóricos bancos, de formas sinuosas, son también obra del autor e inspirador del conjunto, Eugenio Sempere.

Aunque no hay un itinerario preestablecido, la directora del museo, María Ángeles Salvador Durántez, recomienda verlas por orden cronológico y empezar por las esculturas de los artistas de vanguardias históricas de principios del XX y continuar por los de la segunda mitad del siglo.

 

Una tendencia internacional

Nos explica su directora que esta exposición de escultura abstracta “es un ejercicio de reivindicación del arte público, que busca salir de las fronteras de los museos, para ocupar los espacios urbanos abiertos”. Y su creación se enmarca en el contexto de los museos de arte urbano que surgieron de los años 50 a los 70 del pasado siglo. Algunos de los antecedentes internacionales que comenzaron a marcar el camino de esta corriente museística tras la Segunda Guerra Mundial se pueden encontrar todavía en OsloAmberes o Washington.

A juicio de Salvador Durántez, en nuestro país hay un claro predecesor en el Museo de Arte Abstracto en Cuenca, creado en 1966, “que se enclava en el contexto de las Casas Colgadas, un urbanismo totalmente imbricado en la naturaleza”, afirma la directora. Pero en el museo de Madrid, destaca, el arte da un paso más allá, integrándose en el paisaje urbano, buscando llamar la atención de los peatones y embelleciendo el espacio público.

La experta advierte que, para los creadores, exponer las esculturas en la calle supuso un gran desafío. A su habitual lucha con el material de trabajo -ya sea hormigón, hierro, acero o bronce- había que sumar el reto de integrar la obra en el espacio público, “y de hacerlo con cierta voluntad totémica o monumental”, subraya la actual responsable del museo.

Desde entonces, son muchos los museos que han surgido para sacar la escultura a la calle a lo largo y ancho del país, tanto en exposiciones efímeras como en instalaciones permanentes. Experiencias que han ayudado a cambiar la mentalidad, tanto hacia el arte como hacia el uso que se hace de las calles en nuestras ciudades. Actualmente, las tendencias más avanzadas del urbanismo buscan activar el espacio público, investigando actuaciones para que los ciudadanos recuperen lugares olvidados y los llenen de vida. Desde arte urbano hasta teatro, música o deporte, o incluso fórmulas de participación del comercio local. Son avances para hacer una ciudad más humana y participativa que deben mucho a pioneros como Sempere y el resto de artistas e ingenieros que hace 50 años llenaron de cultura un lugar tan inusitado y olvidado como el espacio que quedaba debajo un puente.

3 julio 2020

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Madrid Nuevo Norte


3 julio 2020

por Madrid Nuevo Norte