8 octubre 2020
por Madrid Nuevo Norte
El barrio de Tres Olivos, limítrofe con los terrenos donde se va a desarrollar el proyecto Madrid Nuevo Norte, esconde entre sus calles una curiosidad que pocos conocen. Los nombres de algunas de esas calles pueden dar una pista de qué se trata: Alonso Quijano, Caballero de la Blanca Luna, Ínsula Barataria, Micomicona… Nombres relacionados con el Quijote, que forman parte de la colonia conocida como Nuevo Toboso.
La urbanización se construyó en los años 60 del pasado siglo, queriendo emular el pueblo manchego de El Toboso, donde Cervantes situó a la célebre Dulcinea, amada del Caballero de la Triste Figura. No faltaba ningún detalle. Contaba con un molino de viento, varias construcciones inspiradas en la arquitectura manchega, algunas de cuales se conservan hoy en día, y hasta un monumento dedicado a Dulcinea, que también sigue en pie en la actualidad.
Esta es la curiosa historia de este peculiar proyecto urbanístico.
Fue un eminente ginecólogo de la época, el doctor Fernando Luque, quien encomendó al arquitecto Casto Fernández-Shaw esta fantasía urbanística y literaria: construir una urbanización que evocase y homenajease a Cervantes a las afueras de Madrid. Corría el año 1956, época en la que ambos profesionales llevaban más de tres décadas desarrollando con éxito sus carreras. El arquitecto había producido ya gran parte de su importante obra y era responsable, entre otras construcciones, de la icónica gasolinera de Alberto Aguilera, diseñada en 1927, y de otros muchos edificios de estilo racionalista. Fernández-Shaw era un auténtico pionero en España por su visión moderna y tecnológica de la arquitectura. El propio doctor Luque ya le había encargado la construcción de su clínica madrileña allá por 1934, un edificio que erigiría en estilo sobrio y totalmente contemporáneo.
Pero, más allá de las obras por encargo, Fernández-Shaw tenía otra faceta mucho más atrevida, que le caracteriza como genio creador, debido a las otras arquitecturas que diseñaba sólo sobre el papel. En ellas daba rienda suelta a su imaginación y a la ensoñación de un futuro en el cual circularían por las ciudades aparatos voladores y la nueva tecnología sería la protagonista. Sus proyectos visionarios jugaban sin ningún complejo con formas orgánicas, aerodinámicas, espirales… diseños que se alejaban por completo del panorama de la arquitectura española de su tiempo. En ellos se mezclan influencias del futurismo y del expresionismo, así como la pasión por las máquinas y la nueva tecnología.
Más de 20 años después de encargarle la construcción de su clínica y en el cénit de su brillante carrera profesional y académica, el doctor Luque decide, pues, promover una urbanización, contacta de nuevo con Fernandez-Shaw, y surge entonces una pasión común. Ambos son fervientes admiradores de la obra de Cervantes. En el caso de Fernández-Shaw, así lo demuestra que ya había propuesto en 1950 el proyecto de un centro de promoción de la cultura española en la ciudad de Los Ángeles, que reproduciría las formas imaginarias de la venta manchega en la que el hidalgo Alonso Quijano fue armado caballero. Un tema, el cervantino, del que era apasionado y con el que estaba familiarizado desde muy pequeño ya que su padre, Carlos Fernández-Shaw, el famoso libretista de zarzuelas tan célebres como La Revoltosa y La vida breve, había escrito en 1902 el texto para la obra La Venta de Don Quijote, con música de Ruperto Chapí.
Manos a la obra, promotor y arquitecto se lanzan a la aventura y en 1960 se concluyó la urbanización de las calles de la colonia. Los dos edificios más importantes del conjunto, inspirados en las formas de la arquitectura popular manchega, serían la casa del propio doctor y la de un amigo que le siguió en la aventura, muy cercanas la una de la otra, y que tendrían junto a ellas un molino de viento. Éste, aunque en los planos figuraba como “oficina”, tal vez del propio doctor, acabaría siendo en la práctica la vivienda y también la atalaya del guarda de la urbanización. Frente al molino se erigió, y aún permanece en pie, un monumento en honor a Dulcinea del Toboso, “rematado por un globo eléctrico con una armadura semejante a los rayos del sol”, según palabras del propio arquitecto.
Casto Fernández-Shaw también diseñó varias viviendas unifamiliares en la urbanización, en las que sigue en parte la temática de la construcción manchega, con muros encalados, ladrillo y piedra, pero en la cuales el diseño responde más a la arquitectura contemporánea con cubiertas planas y formas austeras más habituales en la obra del arquitecto. El propio Fernández-Shaw escribiría sobre este conjunto: “Nuevo Toboso quiere ser, como su nombre indica, un nuevo Toboso de arquitectura moderna y sabor típicamente manchego”.
El doctor Luque falleció en 1967, tan sólo siete años después de la finalización de la urbanización de las calles de la colonia, y el proyecto quedó inconcluso en los términos en los que había sido ideado, un conjunto ambicioso que aspiraba a albergar no sólo viviendas unifamiliares, sino también, oficinas, bloques de pisos, un edificio de librería, un hotel y un restaurante, entre otras construcciones, todas ellas siguiendo la temática cervantina. “La colonia va a tener una venta, que llevará el nombre de “Don Quijote”, y habrá un restaurante que se denominará “Sancho Panza”. Así había descrito el arquitecto parte del programa edificatorio en 1961, tras la finalización de la urbanización de las calles. Llegó, no obstante, a construir varias de las viviendas, así como el emblemático molino que hoy sigue en pie, aunque nunca llegó a lucir sus aspas. Sí se instaló en lo alto de su tejado una coronación muy especial, una figura de don Quijote que, en palabras del arquitecto, se ubicaría “en la veleta de un molino de viento, pero no montado sobre Clavileño, sino en un helicóptero”. En esa imagen escultórica, hoy muy deteriorada por el paso del tiempo, se sintetizarían su pasión por la tecnología y su ensoñación quijotesca.
Cuando se construyó el desarrollo urbanístico de Tres Olivos al sur de Nuevo Toboso, ya en la década de 1990, el Ayuntamiento tomó la decisión de continuar con la temática quijotesca en los nombres de las calles del nuevo PAU. Surgieron así la ronda del Ingenioso Hidalgo, la ronda del Caballero de la Mancha o la calle Rocinante, entre muchas otras. No obstante, a pesar de extender sus reminiscencias en el viario de un nuevo barrio con miles de habitantes, pocos son los que guardaron el recuerdo del singular origen de esa eclosión cervantina en el norte de Madrid.