18 julio 2023
por Madrid Nuevo Norte
El gran pulmón del centro de Madrid y antiguo espacio de recreo regio esconde innumerables tesoros, leyendas y anécdotas.
Vestigios románicos, estanques multiuso, animales salvajes, singulares torres de telecomunicaciones y bibliotecas ambulantes son algunos hitos que han marcado su historia.
El Retiro, sin duda el parque más emblemático del Madrid histórico ha sido testigo mudo de acontecimientos singulares y anécdotas a lo largo de los siglos.
Algunas de las curiosidades más interesantes del parque proceden de su etapa como finca para el recreo de Felipe IV y sus sucesores. Por aquel entonces, el Retiro era navegable, ya que por todo el parque estaba recorrido por una red de canales, entre los que destacaba el denominado “Río Grande” (donde ahora está el paseo de Coches), que unía la hoy desaparecida ermita de San Antonio de los Portugueses con el actual estanque. Su anchura permitía que reyes y allegados lo recorrieran en grandes embarcaciones, como la que conserva el Museo de Falúas Reales de Aranjuez: una góndola napolitana de Carlos II, hijo de Felipe IV, que llegó en 1688 al Buen Retiro.
Aunque los jardines nacieron en 1630, cuando Felipe IV decidió levantar el Real Sitio del Buen Retiro con sus jardines anejos, leonera y pajarera incluidas, fue Carlos III, haciendo gala de su sobrenombre del “mejor alcalde de Madrid”, quien decidió abrir el jardín a todos los madrileños. Eso sí, siempre y cuando siguiesen unas estrictas normas de etiqueta y comportamiento que acotaban peinado, vestimenta, restringían el uso del sobrero y mantilla y exigían “la compostura y regularidad que ha de gobernar las acciones de los concurrentes”.
Del palacio del Buen Retiro apenas quedan hoy en pie el Casón del Buen Retiro y el Salón de Reinos y los actuales jardines poco se parecen a los originales.
Aunque cuenta que a Bárbara de Braganza le provocaban pesadillas las esculturas de reyes españoles que su esposo Fernando VI encargó para el Palacio de Oriente a los escultores de la corte y que por eso no se instalaron en el palacio, la realidad es que sí se llegaron a ubicar coronando la residencia regia, y fue su sucesor, Carlos III, quien ordenó retirarlas por la divergencia de gustos del rey recién llegado. A esa extensa colección pertenecen las que vemos en el Paseo de las Estatuas del Retiro y en la plaza de Oriente, y también las diseminadas en diversas localizaciones, como Burgos, Pamplona, Ronda o El Ferrol.
Todo esto pasaba a mediados del siglo XVIII. Sin embargo, el grupo escultórico más antiguo del parque se remonta a un siglo antes. Se trata del León de Nemea y de la Hidra de Lerna, procedente del desaparecido Alcázar de Madrid.
También podemos destacar que, entre los numerosos accesos al acceso al Retiro, se encuentra la puerta monumental más antigua de Madrid, la denominada puerta de Felipe IV, del siglo XVII, que da acceso al parterre francés. Esta puerta, que fue reubicada en varias ocasiones, originalmente se construyó para escenificar la entrada triunfal en la villa y corte de la segunda esposa del monarca.
Tal vez la escultura más popular del Retiro es, a la vez, la más intrigante: el Ángel Caído, que fue ubicada en el Retiro tras recibir los elogios de la Academia de Bellas Artes y gracias a la iniciativa de Alfonso XIII y María Cristina de Habsburgo. Con ella, su escultor, Ricardo Bellver, quiso reflejar estos versos de John Milton en El Paraíso Perdido: “Por su orgullo cae arrojado del cielo / con toda su hueste de ángeles rebeldes / para no volver a él jamás”.
Se ha dicho que Madrid es la única ciudad del mundo que exhibe una escultura dedicada al diablo, pero la realidad es que otras localizaciones como Segovia, Turín, La Habana o Arkansas cuentan con monumentos públicos igualmente dedicados a Satanás.
No hay duda de que el Retiro es un parque con grandes monumentos escultóricos y también edificios, entre otros, el palacio de Velázquez. Su nombre no se debe al célebre pintor sino al arquitecto que lo proyectó en el siglo XIX, Ricardo Velázquez Bosco. También es obra suya el Palacio de Cristal, inspirado en el Crystal Palace de Londres, un edificio que fue escenario del nombramiento de Manuel Azaña como presidente de la República el 10 de mayo de 1936.
Ambas construcciones fueron creadas para la gran Exposición de Flora de las Islas Filipinas de 1887, para la que se trajeron objetos y hasta casas y canoas. Para el evento viajaron a Madrid decenas de habitantes de la entonces colonia española, ataviados con sus trajes tradicionales, que formaron parte de la sección de la muestra llamada “Población”.
Un edificio poco conocido y muy singular por su uso original es el llamado “Castillo del Retiro”, que, a pesar de su aspecto amurallado, no es otra cosa que uno de los pocos vestigios del intento de implantar una red de telegrafía óptica a nivel nacional. Utilizando el llamado “sistema Mathé”, a base de transmisión de señales luminosas entre torres alejadas entre sí, los mensajes eran recogidos por un operario que se emplazaba en lo alto y que las reproducía para la siguiente torre. Fue la primera red fija de España construida y explotada para comunicarse a larga distancia, pero quedó obsoleta al poco de su construcción por la invención del telégrafo eléctrico. Actualmente el “castillo” está siendo objeto de restauración, para devolverle su aspecto original.
En 2001 es la última vez que drenaron el estanque grande, y en aquella ocasión se encontraron en su fondo decenas de barcas hundidas, todo tipo de objetos y hasta una caja fuerte. Sin embargo, esta no fue la primera vez que se vació. En 1964, Henry Hathaway lo desecó para levantar allí un parque de atracciones como escenario de su superproducción El Fabuloso Mundo del Circo (1964), con John Wayne, Claudia Cardinale y Rita Hayworth de estrellas principales. También Orson Welles rodó en el Retiro, en concreto varias secuencias de su película Mr. Arkadin, en 1955.
Madrid vivía por aquellos años su luna de miel con Hollywood, Joan Crawford paseaba por el parque donde, según dijo, esperaba encontrar a “los niños mejor vestidos del mundo”, y la aristocracia del cine frecuentaba las discotecas Florida Park y Pavillón, dentro del recinto. Florida Park ocupa la que fuera la Casa del Contrabandista, un capricho que fue encargado por Fernando VII al arquitecto Isidro González Velázquez para su reservado dentro del parque. Por otra parte, Pavillón, sala de fiestas donde actuó Marlene Dietrich en 1960, no era sino una antigua lechería abierta en 1871, la famosa Casa de Vacas. Tras un incendio en 1981, recuperó su nombre original y hoy es un centro de actividades culturales.
En este pulmón de 118 hectáreas de jardines y más de 15.000 árboles se levanta un ejemplar de ahuehuete con la singular forma de un candelabro gigante. Es uno de los árboles más antiguos de Madrid y creció proveniente de semillas americanas plantadas en el siglo XVII. La leyenda cuenta que su característica horquilla sirvió de apoyo para un cañón del ejército napoleónico.
En 1889 fueron a parar al Retiro muchos invernaderos (llamados ‘estufas’ por su sistema de climatización) procedentes de diversos palacios madrileños. Para acogerlos se creó el ‘Vivero de Estufas’ que reúne 23 invernaderos históricos de hierro y cristal que ilustran la jardinería decimonónica madrileña con un pequeño museo en la ‘Estufa nº1’. Una brigada de jardineros elabora aquí muchos de los adornos florales que decoran las calles de Madrid.
Una de las joyas botánicas del Retiro es su rosaleda, creada por Cecilio Rodríguez, con sus 4.000 rosas y su diseño inspirado en los jardines de franceses, un referente en este tipo de planificaciones.
Si te interesa profundizar en el conocimiento de las especies vegetales que pueblan el Retiro puedes acercarte al aula medioambiental La Cabaña del Retiro, que cuenta con huerto y arboreto, y que organiza sendas interpretativas y talleres de reciclaje, entre otros.
El Foso de los Monos es uno de los espacios que conformaba el conjunto conocido como Casa de Fieras, en el Retiro. Las jaulas que en otro tiempo habitaban animales salvajes hoy son miradores acristalados en los que se sientan los lectores de la Biblioteca Biblioteca Pública Eugenio Trías-Casa de Fieras.
Cecilio Rodríguez también se encargó de diseñar la Casa de Fieras, trasladada a su ubicación definitiva por Fernando VII. Hasta 1972 no se cerró este zoológico urbano y los madrileños tuvieron libre acceso desde el día de su inauguración. En sus jaulas había tigres, panteras, hienas y un chacal, además con un quiosco para monos, una elefantera, y una osera. El recinto también exhibía pájaros exóticos provenientes de América y hasta pavos reales blancos.
Las crónicas de la época nos hablan del elefante ‘Pizarro’, que realmente era una elefanta, y abría botellas con la trompa como parte su espectáculo en los Campos Elíseos, un parque de atracciones ubicado entonces entre Goya y Alcalá. Pizarro acabó siendo donado a la Casa de Fieras tras escaparse en 1845, darse un paseo por calle de Velázquez y comer a sus anchas el género de una de las panaderías de la zona.
Algunas jaulas y bancos de azulejos aún recuerdan aquellos tiempos, y parte de sus instalaciones forman hoy la Biblioteca Pública Eugenio Trías-Casa de Fieras. Las jaulas que en otro tiempo habitaban los animales son hoy miradores acristalados en los que se sientan los lectores de la biblioteca.
Porque los libros, con su famosa cita anual de la Feria del Libro de Madrid, son otra seña de identidad del Retiro y, aún quedan en pie dos kioscos de ladrillo de aquellas ‘bibliotecas populares’ que desde el siglo XIX que se instalaron para donar y recoger libros gratuitamente. Todavía hoy hay quien ocasionalmente nutre esos puestos depositando algunos libros o revistas. Uno de estos puestos se puede encontrar en los Jardines del arquitecto Herrero Palacios y, el otro, junto a la Rosaleda.