9 octubre 2020
por Madrid Nuevo Norte
Se llama “placemaking” al proceso de diseño urbano que, contando con la participación ciudadana, se propone crear espacios públicos atractivos y seguros, donde las personas quieran quedarse. Todos tenemos en mente determinados lugares en nuestras ciudades que carecen de “alma”, tramos de calles o rincones en los cuales no nos apetece pararnos por distintos motivos: por parecernos poco transitados, inseguros o, simplemente, porque no hay nada que hacer en ellos.
Cuando pasamos por estos puntos lo hacemos rápidamente, sin fijarnos mucho. Son rincones donde no queremos quedarnos más de lo imprescindible, ni solos ni acompañados. Pero, en los últimos años, está creciendo una tendencia en el diseño urbano que pone la mirada precisamente en esos lugares, se cuestiona qué ocurre con ellos y reflexiona sobre su potencial para convertirse en espacios vivos y transitados.
Para que un rincón de la ciudad seduzca a quien pasa por él y le invite a quedarse necesita algunos ingredientes básicos: entre ellos, que se pueda acceder fácilmente, que sea cómodo y que tenga un aspecto cuidado. Pero hay un factor que contribuye especialmente a atraer y llenar de vida un lugar: que en él se puedan desarrollar actividades. Poder reunirnos con amigos, escuchar música, hacer deporte, jugar, disfrutar del arte o tomarnos un helado, son posibles detonantes para que una zona antes abandonada se convierta en poco tiempo en un animado lugar de encuentro.
Un ejemplo clásico de lugares tradicionalmente desaprovechados en las ciudades, y a menudo degradados, son los espacios que quedan entre pilares bajo los puentes y pasos elevados de autopistas. En Nueva York, donde abunda ese tipo de infraestructuras, un colectivo compuesto por arquitectos, diseñadores y vecinos, en colaboración con el ayuntamiento, ha puesto en marcha el programa “Under the Elevated”, para dotarlas de atractivo y recuperarlas para los ciudadanos.
Todavía en fase piloto, el proyecto está llevando a cabo un proceso participativo para localizar los planteamientos más adecuados en cada uno de los espacios. Desde crear jardines provisionales y zonas con mesas y sillas, o exposiciones informativas y donde se recaban las prioridades vecinales, hasta recuperar la música característica de la historia del barrio, como se ha hecho en el Bronx con una instalación piloto junto a una estación de metro elevada.
Un caso especialmente espectacular que muestra hasta qué punto la transformación urbana de espacios olvidados puede influir en la ciudad lo encontramos en Australia. Concretamente, en los antes solitarios y hoy bulliciosos callejones de Melbourne, característicos de su distrito de negocios, en el corazón de la ciudad.
En Melbourne el cambio lo produjo la sinergia creada entre la iniciativa privada y los gobiernos local y estatal, que modificaron las ordenanzas para mantener y mejorar los espacios y promover la presencia de comercios en estos espacios degradados.
Fue el pistoletazo de salida para multitud de emprendedores y artistas urbanos que vieron la oportunidad para desarrollar sus actividades en decenas de callejones del centro urbano. Esta confluencia de políticas planificadas e iniciativas espontáneas ha desembocado en que hoy, más de diez años después de la puesta en marcha de la iniciativa, estas pintorescas calles rebosan vida urbana y son uno de los activos sociales, culturales y económicos más reseñables de la ciudad.
Los dos proyectos que acabamos de ver se componen de pequeñas intervenciones dispersas en distintos puntos de la ciudad, pero el placemaking también puede tener un importante papel en proyectos de regeneración a mayor escala, que transforman por completo zonas más extensas. Ese es el caso de King’s Cross, proyecto londinense que ha transformado los alrededores de la estación homónima, poniendo el foco en que los nuevos espacios públicos tengan vida y aporten valores sociales y culturales a los vecinos. Otro ejemplo destacado lo encontramos en Copenhague. Se trata del parque urbano Superkilen, en Nørrebro, el barrio socioculturalmente más diverso de la capital danesa.
Los diseñadores han basado su proyecto en la participación ciudadana. Invitaron a todos los residentes de la zona a expresar su opinión sobre qué querrían encontrar en el nuevo espacio urbano. El resultado fue la incorporación de elementos decorativos y mobiliario urbano representativos de 60 nacionalidades y culturas diferentes. Dividido por colores en tres zonas, rojo para el deporte, verde para los parques infantiles y negro para el mercado de alimentos, el parque transmite hoy la identidad del barrio y es un punto emblemático de la zona que ha servido para unir a vecinos de distintas procedencias.
En Chicago, a orillas del lago Michigan, en una zona antes ocupada por parkings y vías ferroviarias, hoy hay un gran parque. El Millenium Park ha agrupado arquitectura vanguardista, arte urbano y un completo programa cultural, que ofrece más de 500 actividades gratuitas durante todo el año. Tanto los eventos como los espacios públicos se han pensado para fomentar la interacción social y la creación de sentido de comunidad, todo un ejemplo de colaboración público-privada para conseguir activar espacios públicos. En el conjunto destaca la fuente monumental obra del artista barcelonés Jaume Plensa, que sirve para refrescar a vecinos y visitantes, además de ser una de las imágenes icónicas del parque.
En línea con los mejores proyectos de regeneración internacionales, Madrid Nuevo Norte también tiene entre sus prioridades la creación de identidad y el cuidado del carácter local de los barrios en los que se va a implantar. Mediante la creación de espacios atractivos donde las actividades se complementen, se busca que los ciudadanos se apropien de las nuevas calles, parques y plazas. Además, se está recabando la opinión y prioridades de los ciudadanos en temas como la seguridad y la accesibilidad de los espacios que usan a diario, así como aspectos identitarios de sus barrios.
Pero Madrid Nuevo Norte pretende ir más allá en ese objetivo, y la generación de espacios para ser usados y disfrutados se va a adelantar antes de que el proyecto concluya, durante el tiempo que duren los trabajos de urbanización y construcción. A lo largo de la fase de obras, está previsto un plan para la instalación de espacios de transición en distintas localizaciones situadas en el borde del proyecto. Se plantea que dichos puntos de encuentro ciudadano incluyan dotaciones provisionales para cubrir necesidades que se detecten en el proceso de participación que se está llevando a cabo con los vecinos.