31 agosto 2020
por Madrid Nuevo Norte
El callejero de Madrid está compuesto por cerca de 10.000 calles, avenidas, bulevares, plazas, glorietas… una colección de nombres inabarcable para ser recordada en su totalidad, incluso para los profesionales que recurren a ellos a diario, como carteros, repartidores y taxistas. La mayoría de los madrileños podemos ubicar fácilmente las calles más emblemáticas de la ciudad, las más concurridas o las más céntricas, pero muchas vías de barrios menos transitados pueden resultar más complicadas de situar para las personas que no las frecuentan. Por ese motivo, en distintos momentos de la historia, el Ayuntamiento decidió asignar una temática unificada a los nombres de todas las calles de un barrio, de manera que se fijasen más fácilmente en la memoria.
En algunas zonas de la capital se puede pasear por países de Latinoamérica, por localidades del Camino de Santiago o repasar los nombres de personajes históricos vinculados a la ciudad, aunque también hay otros barrios en los que se escogieron temáticas tan singulares como números, constelaciones, metales o incluso meses del año.
¿Qué tienen en común la localidad palentina de Frómista, la navarra de Puente La Reina y el pequeño municipio de Triacastela, en Lugo? Todas ellas son paradas en el camino a Santiago de Compostela. En 1998, la junta de distrito de Fuencarral-El Pardo llevó adelante una iniciativa para recordar el año jacobeo que entonces estaba en vísperas, bautizando 65 calles, avenidas y plazas del nuevo PAU de Las Tablas con nombres de lugares relacionados con el Camino de Santiago.
El barrio, además, quedaría atravesado de punta a punta —precisamente— por la avenida del Camino de Santiago, para reforzar el simbolismo escogido. Con algunas modificaciones, la iniciativa se llegó a materializar, y aunque la propuesta no lo mencionaba, pudo influir en la decisión que pocos años antes, la asociación que fomenta el Camino de Santiago en Madrid había definido y marcado con flechas la ruta jacobea desde la capital pasando por calles muy cercanas a Las Tablas.
El barrio del Pilar, también en Fuencarral- El Pardo, construido en la década de los 60 del siglo pasado, reúne en sus placas de calle numerosos pueblos de Galicia e incluso, desde 1973, luce un auténtico hórreo traído desde Corcubión. En el Poblado Dirigido de Fuencarral se optó, más o menos por la misma época, por nombres de localidades, en esta ocasión pueblos y ciudades de Cataluña. Por su parte, en el PAU de Montecarmelo, urbanizado ya en los primeros años del presente siglo, se optó por utilizar nombres de monasterios históricos como los de Suso y Yuso, Silos, Samos y El Escorial, quizá por su cercanía al Santuario de Valverde, al cual se le dedicó también una calle.
Recurrir a conjuntos de poblaciones o de países para el callejero de un barrio es algo que se ha repetido en muchas otras ocasiones en la historia de Madrid. Así, por ejemplo, tenemos países latinoamericanos en el barrio de Hispanoamérica, pueblos castellanos en el Ensanche de Vallecas y, en Tetuán, numerosas calles en torno a Bravo Murillo llevan nombres de provincias españolas.
En otros casos se ha recurrido a personajes notables vinculados a Madrid, como se hizo en 2012 en el barrio de Valdebebas, a iniciativa de los colegios profesionales de arquitectos y de ingenieros de caminos. En esa ocasión se homenajeó, asignándoles una calle, a 53 arquitectos, urbanistas, ingenieros y paisajistas. Entre ellos hay nombres tan destacados como Sáenz de Oiza, Alejandro de la Sota, Fernando Higueras, Secundino Zuazo o José Antonio Fernández-Ordóñez.
Pero el callejero madrileño guarda auténticas curiosidades que van más allá de los topónimos o los personajes históricos. Un ejemplo lo tenemos, volviendo a Fuencarral, en el barrio de Tres Olivos, urbanizado en los 90 del pasado siglo. Este desarrollo urbanístico continuó en los nombres de sus calles con la temática centrada en el Quijote, que ya había comenzado en los años 50 en la vecina urbanización Nuevo Toboso, un proyecto al que, por su singularidad, dedicaremos otro post. En la zona encontramos desde personajes como Aldonza Lorenzo y Alonso Quijano y su alias “Caballero de la Triste Figura”, pasando por su leal Rocinante o la fantástica princesa Micomicona, hasta los numerosos escenarios de la novela, como Campo de Calatrava o la Cueva de Montesinos.
También se recurrió al arte y la literatura en el popular barrio de los Ángeles, en Villaverde. El género más castizo, la zarzuela, fue el elegido para renombrar este barrio que creció entre los años 50 y 60. Títulos como como Doña Francisquita, La del Manojo de Rosas, Gigantes y Cabezudos, La Verbena de la Paloma o Bohemios convierten un paseo por estas calles en una verdadera antología del género chico. En otra zona limítrofe de mismo barrio, que surgió desde finales de los 80, se optó por una temática aún más singular: los sentimientos humanos, eso sí, sólo los positivos. La lista es amplia: calles como Felicidad, Generosidad, Dulzura, Afecto, Conformidad… Asimismo, se recurrió a tipos de acuerdos entre personas: Coalición, Concordia, Conformidad, Consenso o Unanimidad, son algunos de los llamativos nombres utilizados.
Dentro del distrito de Retiro destaca el barrio de la Estrella, un conjunto de calles entre Doctor Esquerdo y la M-30, que a partir de 1951 comenzó su expansión con edificios de altura. Sobre el origen de su nombre hay dos teorías, o bien que aludía a la temática navideña del barrio del Niño Jesús al que daba continuidad o bien una explicación más prosaica, que se refería a la compañía de seguros La Estrella, propietaria de varios terrenos en la zona. Sea como fuere, la nomenclatura de sus calles evoca a astros y constelaciones: Sirio, Estrella Polar, Cruz del Sur, Perseo, Los Astros o Pez Volador son algunas de ellas.
El caso más minimalista lo tenemos en Ciudad Pegaso, una colonia que nació al este de Canillejas en 1956 para facilitar vivienda a los trabajadores de ENASA (Empresa Nacional de Autocamiones SA) y de la que toma el nombre de la marca de su marca de camiones más conocida. Pero para la nomenclatura de esta zona de San Blas-Canillejas se optó por una solución más práctica: todas sus calles aparecen numeradas, al más puro estilo de Manhattan, y el barrio se puede recorrer de la calle 1 a la 11, con las que se cruzan otro tipo de vías, desde la primera hasta la sexta avenida. Sólo la plaza de San Cristóbal, que da acceso a la barriada, se escapa a la lógica de los números. El barrio de Rejas, al que pertenece Ciudad Pegaso, podría alzarse con el premio al más original, porque un poco más al este, además del citado homenaje a Nueva York, otra zona ha tomado los nombres de los meses del año.
Otro ejemplo muy singular se puede encontrar en el barrio de los Metales, cerca de la plaza de Legazpi. Ahí es posible encontrar todo tipo de metales, minerales, rocas y gemas en las placas de las calles. Sentarse en una cafetería en la calle Rodio, o pasear por Bronce, Hierro, Ónice, Sodio, Antracita… El barrio fue construido cerca del que se conocía popularmente como Cerro de la Plata, lo que quizá influyó en el nombre de sus calles, que también podrían ser un homenaje a las industrias y talleres que se concentraban en la zona hasta su sustitución gradual por viviendas, a partir de la década de 1990.