15 febrero 2022
por Madrid Nuevo Norte
La preocupación por el medioambiente urbano no es algo reciente. Aunque en los últimos años ha cobrado importancia y se ha generalizado, hace más de 100 años existió en Madrid una iniciativa pionera para naturalizar la ciudad, con el objetivo de mejorar el aire y la calidad de vida de los ciudadanos. Una iniciativa que llegó a extenderse por todo el país. Se trata de la Fiesta del Árbol, durante la que se llevaron a cabo plantaciones masivas por parte de los vecinos y cuya primera edición contó incluso con la presencia de miembros de la Casa Real. Esta fiesta popular se instauró a finales del siglo XIX para difundir la importancia de la existencia y el cuidado del arbolado en la ciudad.
No es de extrañar que el escenario urbano idóneo para inaugurar esta tradición en la gran ciudad fuese precisamente la Ciudad Lineal. Impulsada por Arturo Soria y Mata, la Ciudad Lineal fue un proyecto urbanístico avanzado a su tiempo, que trataba de ruralizar la ciudad y aportar calidad de vida a la creciente población madrileña de la época industrial, basándose para ello en el tranvía, el medio de transporte urbano más innovador en su época. Junto con el destacado urbanista, los principales impulsores de la Fiesta del Árbol de la Ciudad Lineal fueron el arquitecto, político y socio de Soria, Mariano Belmás y el ingeniero de montes Ricardo Codorníu, apodado en su época como el “Apóstol del Árbol” por su dedicación hacia el medioambiente y su defensa de los bosques.
Según Beatriz Keller, socia fundadora de la Asociación Legado Arturo Soria, “la fiesta fue inicialmente propuesta e impulsada por la Compañía Madrileña de Urbanización, pero llevada a cabo y sufragada por instituciones públicas”. La compañía, conocida también por sus siglas CMU, fue la empresa fundada por Soria en 1894 para llevar a cabo su proyecto urbanístico de la Ciudad Lineal. Para hacer realidad la fiesta dedicada al árbol, la compañía cedió una parte de sus terrenos a la plantación, que se sumaron al suelo aportado por la congregación de jesuitas de Chamartín. Tras ese primer impulso público, explica Keller, y dado que “no se dio continuidad a la fiesta desde las instituciones, fue la propia empresa privada la que organizó, a su costa, la fiesta a partir de entonces”.
La primera Fiesta del Árbol tuvo lugar en 1896 y contó con la participación de la familia real, lo que la convirtió en un acontecimiento social con fuerte repercusión en medios. Esa presencia hizo que el lugar de la plantación adoptase a partir de ese momento el nombre de “Pinar del Rey”. Al año siguiente ya la organizaría la compañía urbanizadora de Soria, hasta llegar a un total de doce ediciones, celebrándose la última en 1909.
La fiesta se celebraba en dos fases. “En noviembre o febrero tenía lugar la plantación, la mejor época para que los árboles prosperasen”, apunta Keller, y en verano, con el buen tiempo, se llevaban a cabo numerosas actividades lúdicas, deportivas, culturales y festivas asociadas. En cada edición la afluencia de gente era mayor, aunque el festejo fue perdiendo gradualmente solemnidad y ganando carácter popular. En cada una de las ediciones de este festejo se plantaron miles de árboles.
Uno de los objetivos de la fiesta era dar ejemplo para que otras zonas de Madrid y del resto del país copiasen la iniciativa, algo que, aparentemente, se logró con notable éxito. En el número de junio de 1908, la revista La Ciudad Lineal (editada por el propio Soria y autodenominada “revista científica de higiene, agricultura, ingeniería y urbanización”), se celebraba que el cercano pueblo de Fuencarral secundase el “edificante ejemplo” de la Fiesta del Árbol. Para este éxito fue determinante el real decreto de 1904, que institucionalizó la festividad en toda España. Una nueva tradición que se consolidó, duró varias décadas y llegó a ser obligatoria para todos los municipios del país a partir de un nuevo real decreto promulgado en 1915, hasta el estallido de la Guerra Civil.
En el propio proyecto de la Ciudad Lineal de Arturo Soria, los árboles eran parte fundamental ya que, como apunta Keller, “el proyecto urbanístico pretendía ser un modelo de vida higiénico y saludable y reducir así la mortandad infantil y general por las epidemias de la época”. Se atribuye a Arturo Soria la frase: “Donde no puede vivir un árbol, como ocurre en muchas calles de Madrid, no deben vivir las personas”, en línea con las ideas higienistas, una corriente preocupada por la salubridad de las ciudades y sus habitantes.
En el álbum conmemorativo de la fiesta del árbol de 1896 el célebre urbanista afirmaba: “La Fiesta del Árbol es el complemento natural de la ciudad lineal, de las ciudades higiénicas del provenir”. En esa misma publicación, con la que el gobierno de la época quiso poner en valor la iniciativa, se incluía la opinión de un célebre doctor, que auguraba que la plantación de árboles mejoraría la mala salud de los madrileños de la época al oponer “una barrera vegetal a las heladas brisas del Guadarrama” y servir de filtro del aire viciado de la ciudad. “Madrid, por su carencia de árboles, está expuesto siempre a las variaciones más bruscas de temperatura”, exponía el médico.
“El papel de Arturo Soria en las fiestas del árbol fue muy importante, ya que pronunciaba discursos haciendo hincapié en las virtudes y beneficios de los árboles, algo que hoy se ve normal, ya que hay conciencia medioambiental, pero entonces fue un pionero”, afirman desde la asociación que vela por el legado del urbanista. Soria participaba activamente en los eventos programados y además ejercía de jurado en muchos de los concursos infantiles.
Aunque los niños no eran los únicos que plantaban los árboles en la fiesta, “se consideraba muy importante la implicación de escolares y maestros y educar en el amor a los árboles, aprendiendo a respetarlos y cuidarlos”, explica Beatriz Keller. De hecho, como la fecha de la fiesta no era fija, a menudo se trataba de que coincidiese con las vacaciones colegiales, aunque en ocasiones se vinculaba a un hito de la Ciudad Lineal, como la conexión de la línea del tranvía entre Ventas y Cuatro Caminos o la llegada del agua del Canal de Isabel II
La CMU contó con viveros propios y en las fiestas del árbol se plantaban especies muy variadas, especialmente, cedros, pinos, abetos, cipreses, eucaliptos, acacias y álamos, según la documentación a la que ha tenido acceso la asociación especializada en la obra de Soria. Desde la misma, confirman que “todavía quedan algunos ejemplares de esos árboles plantados en aquellas fiestas del árbol celebradas hace ya más de 100 años, tanto en la calle Arturo Soria como en las calles transversales y también en fincas privadas, como en el hotel Quinta de los Cedros”. La antigüedad de algunos ejemplares a lo largo de Arturo Soria es, por su porte, fácilmente identificable para el peatón, como un espectacular pino de cuatro brazos, algunos cedros y eucaliptos o varios abetos y acacias que persisten en el tramo de esta vía, en su confluencia con la calle de Alcalá.
Y es que, aunque la primera Fiesta del Árbol se celebró en el actual Pinar del Rey, las siguientes ediciones se llevaron a cabo en distintos lugares para ir poblando de árboles toda la zona, si bien la CMU seguía, además, plantando árboles al margen de la fiesta.
Según la crónica del periódico La Iberia, en la primera Fiesta del Árbol ese 26 de marzo de 1896 se plantaron 2.400 diminutos árboles en unos terrenos enclavados en los términos de Chamartín de la Rosa, Hortaleza y Canillas, entonces llamado Cerro Centinela. La crónica relata cómo en lo alto del cerro se habilitó una caseta para acoger a los miembros de la familia real, a pocos metros del árbol número 1 o árbol del rey, un ciprés que la crónica describía como “un lindo bonetero de metro y medio de altura”, con dos montones de tierra a cada lado con los que el monarca debía cubrir sus raíces. Ni la reina regente María Cristina, ni su hijo Alfonso XIII, pudieron asistir por encontrarse indispuesto el rey niño. En su lugar acudieron, en representación, las infantas doña Isabel y doña Eulalia, que se encargaron de plantar el árbol al tiempo que sonaba el himno compuesto especialmente para la ocasión por Chapí con letra de Fernández Shaw.
A pesar de que la tradición de la Fiesta del Árbol no tuvo continuidad en el tiempo, la búsqueda de una mayor conciencia medioambiental a través de la plantación de árboles ha resurgido en las últimas décadas con iniciativas como la Semana Popular del Árbol, que tuvo lugar en la capital en los albores de la democracia, celebrándose su primera edición en diciembre de 1979 con 40.000 nuevos árboles plantados en los desmontes de la M-30 y otras parcelas municipales. Además, a nivel global, en la década de 1970 se instauraron el Día Mundial del Árbol (28 de junio) y el Día de los Bosques (21 de marzo), iniciativas internacionales que surgieron del llamado Congreso Forestal Mundial celebrado en Roma en 1969, y que ha originado desde entonces, tanto en Madrid como en otras ciudades de todo el mundo, múltiples iniciativas didácticas y de plantaciones por esas fechas. En la actualidad, y desde 2015, está en marcha en la capital la iniciativa municipal “Bosque de los Ciudadanos”, por la que cualquier madrileño puede plantar su propio árbol en el Parque Forestal de Valdebebas Felipe VI inscribiéndose en su página web.