8 noviembre 2019
por Madrid Nuevo Norte
El 8 de noviembre es el Día Mundial de la Planificación Urbana, una jornada que, desde 1949, está dedicada a celebrar los logros de los planificadores de ciudades y a las contribuciones que estos hicieron a sus comunidades. Con motivo de este evento divulgativo internacional, hoy queremos poner el foco en la figura de Arturo Soria y Mata, célebre urbanista vinculado de forma indisoluble a la ciudad de Madrid. Y hablar de Arturo Soria es hacerlo del proyecto que le hizo mundialmente famoso: su Ciudad Lineal.
Madrid fue, a finales del siglo XIX, protagonista de uno de los proyectos urbanos más pioneros y visionarios del panorama internacional, en una época en la que el urbanismo moderno daba sus primeros pasos. Soria imaginó ciudades en forma de línea, estructuradas en torno al medio de transporte más moderno de su época, el tranvía. Con ello, llevó al límite el concepto de ciudad y también supo ver la importancia del transporte público como solución a las necesidades colectivas de movilidad.
Este intelectual madrileño se anticipaba más de un siglo a la tendencia urbanística actual que pone en el centro el transporte público y a la movilidad, algo que hoy se conoce como TOD (Transit Oriented Development), aunque para referirse a la movilidad, Soria utilizaba la palabra “locomoción”, un término más familiar para su época: “El primer problema, el fundamental, de la urbanización, del que derivan todos los demás es el de la locomoción, el de la comunicación de unas casa con otras”, aseguraba.
La kilométrica Ciudad Lineal de Arturo Soria da hoy nombre a todo un distrito de Madrid, pero su proyecto era mucho más ambicioso, ya que planteaba una verdadera red de ciudades lineales que atravesarían el territorio y unirían otras urbes ya existentes, siempre apoyándose en líneas del tranvía como espina dorsal de su urbanización y como medio para transportarse de una a otra. Su idea utópica acabaría materializándose sólo parcialmente con la construcción de un tramo de seis kilómetros, la calle que lleva su nombre.
Soria fue un personaje con marcada personalidad y carisma: pensador, geómetra, editor, empresario y, a la postre, urbanista. En un primer momento lanzó buena parte de sus ideas rompedoras a través de varios periódicos madrileños y, a partir de 1897, una vez que el proyecto estaba en marcha, con su propia revista, “La Ciudad Lineal”. Enmarcado dentro de la tendencia llamada “higienismo”, estaba preocupado por las durísimas condiciones de vida de las grandes masas de trabajadores que acudían a la capital provenientes de zonas rurales al aliento de la revolución industrial.
El intelectual soñó entonces un modo de vida que pudiese ser alternativa a esa situación, para el que acuñó el término de viviendas “rurbanas”, casas unifamiliares y ajardinadas, mitad rurales y mitad urbanas, pero totalmente conectadas mediante transporte público. El lema que resumía esta idea, y que Soria difundió a través de todos los medios posibles era: “A cada familia una casa, en cada casa una huerta y un jardín”. Además, la ciudad de Arturo Soria estaba diseñada para que conviviesen distintas clases sociales, compartiesen espacio y formasen comunidad, una idea rompedora para su época.
La Ciudad Lineal era un continuo de viviendas, más asequibles por localizarse fuera de la ciudad consolidada, dispuestas en línea a ambos lados de una amplia calle única, en cuyo eje central se situaban las vías del tranvía. Pero el sueño de Soria no se quedaba en el plano urbanístico, sino que entraba de lleno en el terreno de lo social. El madrileño ideó el funcionamiento de una comunidad cohesionada, toda una microsociedad que contaría con actividades y equipamientos pensados para aglutinar a los colonos. Esos madrileños que se aventuraban a mudarse a la larguísima calle recibían el nombre de “linealistas”.
Tan ambiciosa empresa estaba promovida por el propio urbanista y su Compañía Madrileña de Urbanización, o CMU, que fundó en 1894. La compañía llegó a construir, además de la urbanización y las viviendas, una iglesia, un asilo, un sanatorio, oficinas, colegios y hasta una central eléctrica y un velódromo. También erigió y puso en funcionamiento un parque de diversiones que incluía teatro, frontón, salón-restaurante y casino de estilo modernista. Además, la comunidad disponía, entre otros equipamientos, de tiendas, kioskos y elementos urbanos que servían de apeadero, de refugio para serenos, de cabina de teléfonos y demás servicios públicos.
Soria también llegó a establecer un calendario de actividades colectivas para crear comunidad entre los linealistas, entre las que podemos destacar su “Fiesta del Árbol”, que además de su función didáctica y comunitaria, sirvió para plantar nada menos que 30.000 árboles en la zona en 1897, y miles de ellos más en las sucesivas ediciones.
En 1911, en la Ciudad Lineal vivían 4.000 personas, distribuidas en 700 viviendas. No obstante, tras la muerte de Soria en 1920, fue perdiéndose poco a poco el espíritu original de la comunidad, que estaba sustentado en gran medida en al carisma personal de su fundador. Hoy, en la calle Arturo Soria el tranvía hace tiempo que ha sido sustituido por un bulevar, y apenas queda en pie un puñado de los hoteles originales, además del Colegio de Huérfanos de la Armada y la iglesia neomudéjar de Nuestra Señora de la Concepción. Una estatua dedicada al urbanista en el paso de su calle sobre la A-2 recuerda también el ambicioso proyecto de Soria y a los miles de colonos que adoptaron sus ideas como propias.