24 septiembre 2020
por Madrid Nuevo Norte
La región de Madrid conserva un puñado de antiguas construcciones ferroviarias que muestran cómo era el mundo del tren desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX.
La red de Cercanías de Madrid es hoy, sin duda, uno de los sistemas de transporte público clave para la movilidad de millones de madrileños, que en 2018 alcanzó el récord de 256 millones de viajeros transportados.
Pero esta red, que cada día utilizan cientos de miles de personas para sus desplazamientos por la región es relativamente moderna. Su creación arranca en la década de 1980. Hasta entonces, el transporte ferroviario madrileño estaba compuesto por un conjunto de líneas férreas más o menos conectadas, de las que hoy aún queda algunos vestigios que reflejan la importancia histórica del ferrocarril en Madrid desde finales del siglo XIX.
Más allá de las grandes construcciones decimonónicas de Delicias, Atocha y Príncipe Pio en la capital, la región conserva un puñado de pequeñas estaciones y apeaderos históricos de finales del siglo XIX y principios del XX, que nos transportan a aquella época. Sin intención de mencionarlas todas, hoy queremos dar un paseo en tren por algunas de las construcciones ferroviarias más interesantes y bellas de nuestra comunidad autónoma.
La historia del tren en Madrid está íntimamente ligada a Aranjuez, por lo que no debe extrañar la abundancia de restos interesantes de arqueología ferroviaria que conserva este municipio, aunque también se encuentran ejemplos muy interesantes de estaciones que nos siguen trasladando a épocas pasadas en otras localidades de la Comunidad, especialmente en la sierra de Guadarrama.
La primera línea férrea de Madrid (y segunda de la Península después del tramo Barcelona-Mataró) fue el recorrido Atocha-Aranjuez inaugurado en febrero de 1851, que hoy forma parte de la línea C-3 de Cercanías Madrid. Sus primitivas estaciones no se conservan, pero hoy sí podemos seguir contemplando el insólito apeadero que servía de cabecera al ‘tren de la fresa’, así llamado por transportar productos de la huerta ribereña del Tajo.
Tras parar en unas instalaciones próximas al Palacio Real de Aranjuez para efectuar la carga y descarga, el tren desembocaba finalmente en el mismísimo vestíbulo del Palacio, a los pies de la escalera imperial, para uso recreativo y particular de la familia de Isabel II. La reina hizo decorar las bóvedas de ese majestuoso espacio con frescos que imitaban vigas de madera para evocar un vestíbulo ferroviario, unos trampantojos que estuvieron tapados durante décadas y que han sido recuperados recientemente.
Tal era la ostentación del regio apeadero, que se dice que los últimos cien metros de los rieles de acceso fueron bañados en plata. El cineasta Edgar Neville recreó la fastuosa llegada inaugural del primer tren al palacio, en una película de 1949 dedicada al marqués de Salamanca, promotor de esa primera empresa ferroviaria.
La estación primitiva dedicada al público general en Aranjuez fue sustituida en 1927 por otra definitiva, que ha permanecido como una de las joyas de la arquitectura ferroviaria madrileña. Un edificio monumental de estilo neomudéjar coronado por un gran reloj, cuyo interior ostenta ricas cerámicas vidriadas, mosaicos, vidrieras y artesonados con mil detalles para el espectador. Los madrileños que quieren vivir la experiencia de llegar a ella en un auténtico tren a vapor desde la antigua estación de Delicias, pueden hacerlo cada temporada en el Tren de la Fresa que desde 1984 vuelve a transitar gracias a la Fundación de los Ferrocarriles Españoles.
También se encuentran en el término municipal de Aranjuez varias pequeñas estaciones llenas de encanto, ya en desuso, como la de Las Infantas o la de Castillejo Añover, pero, sin duda, la otra gran joya de la arquitectura ferroviaria de Aranjuez es la estación de Algodor, de principios de siglo XX. Este punto en mitad del campo, en dirección a Toledo, se convirtió con el tiempo en un importante nudo ferroviario, un cruce de vías que acabó originando a su alrededor todo un poblado obrero de trabajadores ferroviarios y sus familias, a quienes Renfe alquilaba las viviendas y donde los maquinistas que estaban de paso podían pasar la noche. El lugar tiene una belleza inusitada, una atmósfera congelada en el tiempo una vez que la estación dejó de dar servicio en 2005, aunque el poblado sigue siendo hogar de decenas de vecinos.
El edificio de la estación está firmado por el arquitecto de la estación de Toledo, Narciso Clavería. Su fotogénica silueta de estilo neomudéjar y su marquesina han servido de plató de rodaje, entre otras producciones, para el largometraje Julieta, de Pedro Almodóvar. El lugar conserva detalles como la cantina, un pabellón auxiliar, la aguada (grúa para abastecer de agua y carbón los antiguos trenes a vapor), o el “pabellón de enclavamiento”, cuyas instalaciones controlaban el funcionamiento de agujas y señales a medida que el tráfico de convoyes se iba incrementando.
El pabellón sigue en pie en su ubicación original, pero la maquinaria hidráulica de esta maravilla de la arqueología industrial fue rescatada y hoy se puede admirar en el Museo del Ferrocarril de Madrid, en la antigua estación de Delicias.
Fuera ya del municipio de Aranjuez, pero vinculadas al recorrido original del “Tren de la Fresa”, se sitúan otras dos estaciones históricas, ambas en uso: las de Pinto y Valdemoro. Construidas en 1925 y 1928 en estilo neomudéjar, las dos son prácticamente idénticas en su arquitectura y en la disposición de sus pabellones. Y ambas construcciones “gemelas” conservan también sus pabellones de enclavamiento.
La Sierra de Guadarrama esconde, a su vez, excelentes ejemplos de arquitectura ferroviaria histórica. Más allá de los amplios aleros de sus tejados, construidos para proteger tanto a los pasajeros como a las propias fachadas de las inclemencias del tiempo, sus edificios no siguen un mismo patrón, destacando por su variedad arquitectónica.
Merecen mención especial, tanto por su antigüedad como por su elevado número, las estaciones históricas de una de las primeras líneas de tren madrileñas, el ferrocarril Madrid-Hendaya. Su trazado fue construido por la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España a partir de 1856, y comenzaba su recorrido en la estación llamada del Norte, la actual Príncipe Pío. El Plantío, Pinar de las Rozas, Galapagar-La Navata, Las Zorreras, El Escorial, Zarzalejo, Robledo de Chavela y Santa María de la Alameda son algunas de las construcciones más interesantes de su trazado a su paso por la Comunidad de Madrid.
El pequeño apeadero de Galapagar- La Navata fue levantado en 1861 a tres kilómetros del pueblo de Galapagar. La humildad de este edificio le confiere un encanto especial, con su única planta y sus sencillas formas populares. Hoy da servicio a las líneas C-3A, C-8 y C-10 de Cercanías Madrid. Por su parte, la estación de El Escorial, final de la línea C-3, aparte de su edificio principal de estilo neoherreriano conserva como elemento más característico su pabellón de enclavamiento, que en este caso se construyó elevado, conformando una pintoresca torre.
Pero la construcción ferroviaria más notable de la sierra de Guadarrama es, tal vez, la estación de Cercedilla. Aunque ya existía una primera estación desde la creación en 1888 de la línea que unía Villalba con Medina del Campo, el edificio actual lo inauguró Alfonso XIII en 1923 para adaptar las instalaciones a la nueva conexión con el puerto de Navacerrada mediante ferrocarril eléctrico. Un recorrido de vía estrecha que propiciaría la actividad económica y el crecimiento de la zona por el turismo, y la proliferación de casas de recreo en la sierra.
La apariencia de sus fachadas de ladrillo y piedra recuerda a otras estaciones de tren de la época, pero su cubierta apuntada, característica de la arquitectura serrana y muy adecuada para las fuertes nevadas de la zona, le aporta una personalidad inconfundible.
En su día formaba también parte del recorrido a Medina del Campo las estaciones de Los Negrales, en Alpedrete, Los Molinos, y Collado Mediano, que aún se mantienen en uso en la línea C-8 de Cercanías. También sigue en uso la de Tablada, en Guadarrama, integrada en la línea regional con destino a Segovia. Tras su inauguración en 1916, muchos fueron los madrileños que hasta llegaron a ella atraídos por los sanatorios, balnearios y manantiales que se ubicaban en la zona.
Dejamos para el final una estación con mucha personalidad, la de La Poveda, en Arganda del Rey. Desde su inauguración en 1890, el ferrocarril de vía estrecha de Arganda gozó de gran popularidad y llegó a formar parte del refranero popular. “El tren de Arganda, el que pita más que anda”, se decía de él. En 2003, un grupo de aficionados resucitó un tramo de la línea poniendo a punto un tren a vapor y utilizándolo para recorridos de ocio, para deleite de sus pasajeros del siglo XXI. Hoy esta histórica estación forma parte de un interesante museo ferroviario, que expone, además de maquetas y piezas históricas, varios pabellones auxiliares y elementos originales junto a las vías del tren, como el reloj o la aguada.