11 June 2024
for Madrid Nuevo Norte
Y es que la bicicleta, además de ser el clásico juguete que cualquier niño o niña quiere desde pequeño, se ha convertido en un medio de transporte con un gran impacto en nuestra salud física y mental, así como en nuestro entorno. La ONU estima que vivir sin coche podría llegar a reducir hasta en 3,6 toneladas la cantidad anual de emisiones de carbono por persona, en comparación con un estilo de vida con coche. Por eso, sustituir el coche por la bicicleta para los desplazamientos cortos tiene un impacto muy importante en la lucha contra el cambio climático y, también, en la salud de muchas personas.
La bicicleta juega un papel estratégico en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente en la promoción de una vida sana en todas las edades (ODS3), el uso de energías no contaminantes (ODS 7), la creación de un entorno urbano sostenible (ODS 11) y la acción por el clima (ODS 13).
Quienes optan por vehículos de micromovilidad como la bicicleta suelen hacerlo, entre otros motivos, por ser medios económicos, rápidos, sostenibles y saludables. No obstante, según el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, los desplazamientos en bici para trabajar, ir a clase o realizar otras tareas básicas sólo representan en España el 1,7% del total. Sin embargo, la evolución es positiva e incluso se están planteando objetivos tan ambiciosos como llegar al año 2030 con una cuota modal de la bicicleta del 10% en las principales metrópolis y ciudades de España, algo que supondría un enorme avance en la reducción de las emisiones contaminantes.
Para conseguir este objetivo, es necesario que los espacios compartidos sean accesibles y seguros para los modos de transporte sostenibles. Por ello, la planificación urbanística actual está cambiando el modelo tradicional, diseñado para moldear las urbes al coche, por un modelo en el que las infraestructuras y servicios están pensados para las personas y facilitan los desplazamientos de forma inclusiva, teniendo en cuenta las diferentes necesidades y circunstancias personales, económicas, sociales y medioambientales. Esto implica, entre otros aspectos, mejorar las infraestructuras urbanas, promover sistemas de bicicletas compartidas, adaptar la normativa para integrar mejor la movilidad ciclista en el conjunto de desplazamientos cotidianos y sensibilizar a la población sobre los beneficios de las bicicletas.
Según el Barómetro de la bicicleta en España, quienes utilizan la bicicleta de forma habitual consideran este medio como una de las formas más rápidas para desplazarse por la ciudad. Sin embargo, quienes no lo hacen, creen que el coche o el transporte público es más rápido, por lo que aún hace falta mucha información sobre las ventajas del uso de la bicicleta y estrategias que hagan más atractivo este medio de transporte.
En este sentido, los servicios de bicicletas compartidas pueden animar a más personas a pedalear. Según un estudio elaborado por Ipsos para la firma de bicicletas compartidas Fifteen, el 33% de la población española ha utilizado en alguna ocasión un servicio de bicicleta compartida, de las cuales, el 25% ha probado este servicio en una ciudad española diferente a la que reside y un 8%, en el extranjero. Un dato muy significativo es que el 68% de las personas que han participado en este estudio señalan que probar un servicio de bicicletas compartidas las ha animado a utilizar este medio con más frecuencia.
El estudio Bicicleta en la ciudad de INECO también apunta que, en general, las ciudades españolas con mayor porcentaje de uso de la bicicleta (>2%) son aquellas que cuentan con más bicis públicas por habitante (>19%). Por ello, las ciudades con una buena oferta de bicicletas compartidas incentivan su uso entre residentes y, al mismo tiempo, fomentan un turismo más sostenible.
En este sentido, un factor esencial para animar a más personas a utilizar un servicio de bicicletas compartidas son las buenas condiciones de las infraestructuras ciclistas. A nivel global, si nos fijamos en el Copenhagenized Index, una clasificación de referencia de ciudades de todo el mundo respecto a la movilidad ciclista, las ciudades mejor clasificadas cuentan con entre 3 y 20 kilómetros de carriles bici por cada 10.000 habitantes y un porcentaje de personas que utilizan la bicicleta que va del 10% al 50%.
El pasado mes de abril, se firmó la Declaración Europea sobre el Uso de la Bicicleta, que ofrece algunas directrices importantes en la planificación y promoción de la bicicleta como un medio saludable, inclusivo, seguro y sostenible. Entre otros aspectos, esta declaración destaca la importancia de proporcionar suficiente espacio para la movilidad ciclista, crear redes que unan las zonas rurales, suburbanas y centros urbanos, incrementar el número de plazas de aparcamientos de bicicletas seguras y vigiladas, especialmente, en estaciones de trenes y autobuses, y apoyar la creación de puntos de recarga para bicicletas eléctricas.
Esta declaración insiste en la necesidad de promover una movilidad accesible para todas las personas, independientemente de aspectos como la edad, el sexo o la discapacidad. La inclusión también es uno de los criterios básicos incluidos en la Guía de recomendaciones para el diseño de infraestructura ciclista del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana y, actualmente, el diseño universal o diseño para todas las personas cuenta con un sólido marco jurídico a nivel nacional e internacional. Eliminar las barreras arquitectónicas, apostar por el transporte accesible y ofrecer soluciones que faciliten la realización de actividades cotidianas contribuye a crear ciudades más vivibles.
La seguridad es uno de los aspectos que más influye en la accesibilidad ciclista y en el uso de la bicicleta. Según otro estudio de Ipsos, los países en los que hay un mayor uso de la bicicleta son también aquellos donde la población se siente más segura al circular en bici. Por ejemplo, los Países Bajos, donde un mayor porcentaje de población afirma utilizar la bicicleta para ir su trabajo o centro de estudios (30%) y para recorrer distancias cortas (45%), es el país con el menor porcentaje de personas que se sienten inseguras sobre la bici (14%). La presencia de carriles bici anchos y uniformes, el uso de una señalización clara y accesible (como pavimentos con franjas táctiles) o una buena iluminación en las calles pueden influir notablemente en la seguridad de las redes ciclistas y facilitar los desplazamientos cotidianos a muchas personas, incluidas aquellas con discapacidad o movilidad reducida.
En definitiva, la bicicleta se está convirtiendo en un elemento fundamental en las ciudades. Ese nuevo modelo, que tiene en cuenta la diversidad de necesidades de la población, mejora la convivencia de diferentes medios de transporte urbanos y promueve la salud y el bienestar de todas las personas.