6 agosto 2020
por Madrid Nuevo Norte
Su sede, la antigua estación de Delicias, es la decana de las estaciones monumentales de Madrid y un excelente ejemplo de la arquitectura del hierro del siglo XIX.
¿Te imaginas pasear entre locomotoras de vapor, entrar en un coche restaurante de 1920, trasladarte a un Madrid decimonónico? ¿O acercarte a recuerdos y sensaciones de infancia que creías olvidadas? Para ello no necesitas una máquina del tiempo, basta con entrar en la antigua estación Madrid-Delicias, la primera estación monumental de tren que se construyó en la capital. Una vez bajo su gran cubierta de hierro y cristal, ya está todo preparado para sumergirnos en la historia del ferrocarril en España.
En marzo de 1984 abrió sus puertas el Museo del Ferrocarril de Madrid con el objetivo de dar a conocer la historia y evolución ferroviaria en nuestro país, impulsar la investigación en torno a ella y compartir el interesante patrimonio ferroviario que se conserva entre las décadas de 1860 y 1980, poniéndolo en valor. Todo ello, a través de una colección que agrupa cerca de 5.000 piezas museográficas, de las cuales más de 400 son propiamente vehículos de material rodante. Numerosas locomotoras de vapor, eléctricas o incluso con motor diésel, trenes completos, coches de viajeros, furgones o vagones de mercancías, conforman una de las colecciones más destacadas de Europa.
Entre las locomotoras expuestas, Francisco Polo, director del museo, destaca “el Alagón”, construida en 1861 en Francia y la británica “Tardienta”, fabricada sólo un año después. Es esta última la que más se asemeja a esos primeros modelos de locomotora que comenzaron a rodar por Europa desde mediados de la década de 1820 y por España a partir de 1848. Ambas máquinas se caracterizaban por contar con una gran rueda motriz en su eje central y por ir desprovista de cualquier resguardo para su maquinista y fogonero.
Polo destaca también la locomotora eléctrica trifásicanº 3, construida en 1907 en Suiza por la Brown Boveri et Cie, por ser uno de los ejemplos más representativos del salto tecnológico que se produciría en España con las primeras electrificaciones de tramos ferroviarios. Concretamente, la primera experiencia se llevó a cabo en 1911 en la provincia de Almería entre las estaciones de Santa Fe-Alhama y Gérgal.
En maquinaria de tracción diésel, destaca la locomotora diésel-eléctrica 1615, conocida popularmente como la “Marilyn”. Esta bella máquina de origen norteamericano fue construida en 1953 por la American Locomotive Company, y adquirida por RENFE en el año 1956, como parte del parque de maquinaria “que se incorporó a nuestra red ferroviaria tras la firma de los acuerdos con Estados Unidos”, señala Polo.
Junto a las locomotoras también pueden verse el material que éstas remolcaban, es decir los vagones y furgones. De todos ellos, el director del museo destaca el coche de viajeros de tercera clase C-16, construido en 1891 en Gran Bretaña. El coche de pasajeros destaca por una insólita característica: no tenía pasillo de comunicación entre los departamentos, y el interventor tenía que jugarse la vida para acceder a los pasajeros y realizar la revisión de los billetes, apoyándose en unos estribos y pasamanos exteriores con el tren en marcha.
No todo el material ferroviario se importaba del extranjero. Entre las más piezas importantes fabricadas en España, el experto destaca la locomotora de vapor “Confederación”, construida íntegramente en España por la compañía Maquinista Terrestre y Marítima durante la década de 1950. Se distingue por sus portentosas dimensiones, su gran potencia de arrastre y porque su construcción tardía, cuando la tracción diésel había ya eclosionado, supuso un anacronismo en el contexto ferroviario europeo. Por el motivo opuesto, por su carácter pionero, también merece especial atención el mítico Talgo II, construido a partir del proyecto del ingeniero vizcaíno Alejandro Goicoechea y que supuso un auténtico salto para el ferrocarril de la época y una notable aportación española a su tecnología.
Además de estas joyas, se exhibe una importante muestra de piezas que formaban parte de las infraestructuras, pequeños objetos propios de la actividad ferroviaria, relojes, uniformes, u otros aparatos que se desarrollaron junto al ferrocarril, como el telégrafo eléctrico, hasta la irrupción del teléfono, e incluso una sala dedicada al modelismo y a los juguetes que tanto han ayudado a difundir la cultura ferroviaria, junto con un importante archivo histórico y biblioteca, dedicados a la investigación y el estudio de los ferrocarriles.
Más allá de la colección, el edificio que alberga el museo es el otro gran protagonista de la visita. Pasear por su interior es una inmersión al Madrid decimonónico, tal y como subraya su director. La estación Madrid-Delicias se inauguró el 30 marzo de 1880 para dar servicio a la línea de ferrocarril con destino a Ciudad Real, que continuaría hasta la frontera con Portugal. Es, por tanto, la estación más antigua construida con carácter definitivo y de arquitectura monumental en Madrid. Tras ella vendrían las estaciones de Príncipe Pío, de 1882, y la de Atocha, de 1892.
Se trata de un proyecto del ingeniero francés Émile Cachelièvre, siguiendo los avances europeos con los que se innovaba en el uso del hierro y del vidrio para la construcción, y todo un ejemplo de modernidad y de progreso para el Madrid del último tercio del siglo XIX. Los techos de su nave central alcanzan los 25 metros gracias a un entramado de 18 pórticos de hierro fundido sobre pilares, que logran “un espacio completamente diáfano, sin necesidad de contar con apoyos intermedios u otro tipo de sujeción adicional”, explica Polo.
Su inauguración en una ciudad en plena expansión, y su conexión internacional con Portugal dio “al actual distrito de Arganzuela un aire cosmopolita, alentó el asentamiento de industrias y almacenes y fue un factor de dinamización urbana en aquel momento”, recuerda el director. El cierre de la estación en 1969, vino motivado por la entrada en servicio de la estación de Chamartín y la reordenación del tráfico de viajeros, y con el tiempo comenzó a acoger vehículos históricos para su protección y restauración.
Aunque los orígenes de la colección de ferrocarriles se remontan al año 1948, fue en 1980 cuando Renfe y el Ministerio de Cultura decidieron dedicar la estación de Madrid-Delicias para uso museístico. Desde la apertura del museo, la colección ha seguido creciendo gracias a piezas ferroviarias procedentes de las empresas Adif y Renfe, así como a donaciones de instituciones, particulares y empresas del sector.
Tanto el Museo del Ferrocarril como su vecino el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, inaugurado en 1980 en una de las naves laterales de la estación, fueron pioneros en el impulso cultural del distrito de Arganzuela, recuerda Polo, un impulso al que posteriormente se sumarían otras iniciativas de reconversión de espacios como Matadero Madrid, o la Biblioteca Regional Joaquín Leguina, en la antigua fábrica de cervezas El Águila. Todo ello, en el contexto de la regeneración y el impulso que supuso para la zona el soterramiento de las vías que partían de Delicias para crear el Pasillo Verde Ferroviario.
En la actualidad, el conjunto del Museo del Ferrocarril ofrece un buen número de actividades para mantener vivo el interés por el mundo del tren. Lo hace a través de propuestas culturales, pedagógicas y de ocio que ya son todo un clásico para las familias y los grupos escolares, como el aula Talgo y el programa Educatren, a las que se le suman otras como el Tren de la Fresa, que desde 2019 ha vuelto a salir de esta estación. En los últimos años, la creación del Mercado de Motores ha logrado acercar con éxito a nuevos públicos a la estación de Delicias. Una cita mensual con la artesanía, la gastronomía “callejera”, la música y el ocio entre trenes antiguos y bajo la gran cubierta de hierro y vidrio.
La estación ha cumplido 140 años en plena pandemia del Covid-19, y el museo ha preparado una exposición sobre este hito histórico que puede verse tanto a través de internet como de manera presencial hasta abril de 2021. La institución se prepara para empezar una nueva etapa, que pronto se materializará en la renovación total del espacio museístico, tal y como nos indica su director, junto con otras actuaciones de mejora del conjunto, como el traslado del archivo histórico ferroviario y la biblioteca a una nave aledaña, que será rehabilitada.