2 octubre 2020
por Madrid Nuevo Norte
Las llamadas “ciudades circulares” dan pasos hacia un desarrollo urbano que no agote los recursos naturales
En los últimos tiempos se ha difundido ampliamente el término “economía circular”, una idea que a menudo se asocia al reciclaje de materiales y productos. Es cierto que ambos conceptos están estrechamente relacionados, pero la economía circular va más allá del reaprovechamiento de los residuos. Su objetivo es mucho más ambicioso: redefinir el modelo de crecimiento de modo que preste atención a los beneficios que puede producir para toda la sociedad.
Un esfuerzo por no agotar los recursos naturales que va de la mano con la apuesta por las fuentes de energía renovables y con la lucha por el cambio climático. Para la Ellen McArthur Foundation, una entidad británica dedicada a fomentar e impulsar la transición hacia un modelo de economía circular, este modelo se basa en tres principios: eliminar desechos y contaminación desde el diseño; mantener en uso los materiales y productos; y regenerar los sistemas naturales. Y las ciudades tienen mucho que decir respecto a esos tres puntos clave.
Según datos de ONU-Habitat, las ciudades consumen el 78% de la energía mundial y producen más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. No obstante, representan menos del 2% de la superficie terrestre. Una pequeña porción del planeta que es, al mismo tiempo, su principal generador económico y cultural y que acoge a más de la mitad de la población mundial. Por todo ello, los entornos urbanos son un campo de acción privilegiado para la implantación de modelos de desarrollo más sostenibles.
Grandes ciudades como Londres, Nueva York o San Francisco ya han implementado iniciativas relevantes orientadas a la reducción de residuos. Milán, por su parte, desarrolla desde 2015 un ambicioso plan para limitar el desperdicio de alimentos en su área metropolitana. Y son sólo algunos ejemplos en el panorama internacional. Las iniciativas en esta dirección van desde políticas municipales a gran escala hasta proyectos puntuales que abordan problemáticas concretas. Un ejemplo de esto último está en Austin, Texas, una ciudad que ha apostado firmemente por la economía circular.
Una de las herramientas puestas en marcha en la capital tejana es el “Austin Materials Marketplace”, una plataforma online que pone en contacto a negocios, factorías y organizaciones para facilitar que reutilicen los recursos sobrantes de otras empresas. Lo que para una compañía es un residuo de producción, para otra puede ser una valiosa materia prima. Esto no sólo supone un ahorro de costes de materiales, sino la creación de puestos de trabajo y de nuevas oportunidades de negocio.
Además de dar una nueva vida a los materiales mediante el reciclaje, otra de las ideas básicas de la economía circular para consumir menos recursos es compartir productos y servicios, ahorrando costes, minimizando su impacto y optimizando su vida útil. En muchas ciudades se han implantado sistemas para compartir el medio de transporte, como es el caso cercano del sistema de bicicleta pública madrileña BiciMad, pero la lista de posibilidades es infinita.
Por poner un ejemplo, la app inglesa Fat Llama facilita compartir entre usuarios todo tipo de herramientas y utensilios como taladros, cámaras de fotos, o incluso drones, a bajo coste. Objetos que a menudo permanecen décadas en nuestros trasteros para ser usados sólo en contadas ocasiones pasan de esta manera a multiplicar su utilidad y son aprovechados por decenas de personas.
La ciudad canadiense de Toronto, que está implantando un sistema para transformar residuos sólidos urbanos en biogás, ha sido en 2020 sede del Foro Mundial de Economía Circular. La metrópoli acoge también otra interesante iniciativa: los Repair Cafes, locales donde los usuarios pueden llevar sus aparatos rotos para que un equipo de voluntarios les enseñe a repararlos y poder así darles una nueva vida.
Enfoques más ambiciosos plantean el concepto “Cradle to cradle” (de la cuna a la cuna), una manera diferente de idear, diseñar y producir, de forma que, desde el propio diseño y concepción de cualquier producto, deben tenerse en cuenta todas las fases de los materiales involucrados (extracción, procesamiento, utilización, reutilización, reciclaje…). De este modo no se produce un solo residuo que no sea útil, y los elementos que componen los productos puedan ser 100% reutilizados o reciclados, alimentando otros ciclos, biológicos y técnicos.
Aunque el campo de acción más visible para la economía circular son las ciudades consolidadas, el diseño urbano supone un espacio de oportunidad único para preparar nuestro entorno de forma que el cambio se haga efectivo. El urbanismo puede así ayudar a resolver desequilibrios ambientales, económicos y sociales, desde su mismo origen.
Ese es uno de los objetivos de Madrid Nuevo Norte, un proyecto que pretende servir de catalizador para el crecimiento sostenible para todo Madrid y su región. De esta manera, se quiere aprovechar el lienzo en blanco que supone la creación de un nuevo espacio urbano para proyectar el entorno en el que vivirán y trabajarán muchas personas facilitando su transición a un modelo medioambientalmente responsable.
Ese objetivo pasa por aspectos tan importantes como la eficiencia de recursos de las nuevas zonas que se van a construir. En ese sentido, se está poniendo el foco en la descarbonización de la energía a través de la electrificación y en la producción de energía renovable, así como en la gestión del agua, con medidas como la captación y reutilización del agua de lluvia.
La apuesta por la economía circular comenzará ya desde la propia fase de urbanización y construcción del proyecto, para lo cual está previsto un enfoque integral del ciclo de los materiales que se usarán en la construcción, incorporando principios de economía circular para garantizar una baja huella de carbono.
Se priorizarán los materiales de construcción recuperados o reciclados, ya sea parcial o totalmente, y se apostará también por los materiales de proximidad, de extracción y manufactura local. Así, el proyecto plantea desarrollar iniciativas para favorecer el uso de materiales de origen regional, extraídos y producidos en un radio menor de 160 km o, en los casos en los que no sea posible, de ámbito nacional. De esa manera no sólo se favorece la economía local, sino que se reduce notablemente el impacto producido por su transporte hasta la obra.
Todo ello se complementará con un minucioso plan de residuos que va a definir las medidas de recogida separativa para un acopio y clasificación adecuados de cara a su reutilización posterior.
Además, los trabajos recogerán los estándares sobre gestión eficiencia de los recursos, reutilización y reciclaje de materiales en fase de urbanización fijados por las dos certificaciones más prestigiosas a nivel internacional, LEED y BREEAM.